Puertas Abiertas • 25 nov. 2021
Las mujeres son perseguidas por su género y por ser cristianas (foto: UNSPLASH)
Desde 1999, el 25 de noviembre se reconoce como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. La fecha existe en América Latina desde 1981, como homenaje a las hermanas Patria, María Teresa y Minerva Maribal. En 1960, fueron torturadas y asesinadas en la República Dominicana durante el gobierno de Rafael Trujillo.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada tres mujeres es víctima de violencia física o sexual, lo que equivale a 736 millones de personas. En estos datos se incluyen las mujeres cristianas que se enfrentan a la persecución a causa de su fe en Jesús tanto dentro de sus casas como en sus comunidades.
La pandemia del COVID-19 también agravó la situación de las mujeres y niñas cristianas. Muchas se han enfrentado a ataques psicológicos y físicos por parte de sus propias familias por dejar sus antiguas creencias para seguir a Cristo. En América Latina y África subsahariana, también son víctimas de grupos criminales y extremistas que utilizan la violencia sexual como táctica de dominación de la comunidad.
¿Cómo se produce la violencia contra las mujeres cristianas?
Las mujeres y niñas que viven en los países incluidos en la Lista Mundial de la Persecución 2021 están en desventaja porque ya se enfrentan a los prejuicios por ser mujeres. Cuando empiezan a seguir a Jesús, son doblemente perseguidas por ser a la vez mujeres y cristianas.
La persecución de los hombres y niños cristianos es más visible a través de las agresiones físicas, el despido de sus empleos y el encarcelamiento por parte del gobierno. Por otro lado, las mujeres y niñas cristianas se enfrentan a una hostilidad oculta, ya que son casadas a la fuerza, agredidas física y sexualmente y presas dentro de casa por sus propios familiares.
En algunas situaciones, las mujeres son agredidas física y sexualmente con el fin de atacar a los hombres cristianos. Un ejemplo es el secuestro de las hijas de pastores y líderes eclesiásticos, que se convierten en esclavas sexuales y a menudo son obligadas a casarse con miembros de grupos extremistas. Además, estas víctimas no están bien vistas por la comunidad en la que viven, ya que se les ha quitado lo que les daba valor social. "La captura de mujeres en una comunidad demuestra que los hombres no han sido capaces de protegerlas", dice un documento de Puertas Abiertas sobre la persecución por motivos de género.
Las cristianas de Egipto son excluidas por su fe y corren el riesgo de ser atacadas al transitar sin un velo en la cabeza.
Las refugiadas cristianas son más susceptibles a la trata de personas. Muchas de ellas aceptan ofertas de trabajo en otros países y regiones para librarse de las condiciones infrahumanas de los campos de refugiados o desplazados. Sin embargo, descubren tarde que están inmersas en el trabajo esclavo y sexual.
En China, donde la política del hijo único era fuertemente practicada y se abortaban muchos bebés, existe un mercado de tráfico de novias. Muchas mujeres y niñas del estado de Kachin, de mayoría cristiana, son secuestradas y vendidas a los chinos. Allí viven aisladas en zonas rurales y son víctimas de abusos físicos y sexuales. De este modo, generan herederos, preferiblemente hombres, para las familias chinas.
En países como Colombia y México, las niñas cristianas son el objetivo de los grupos criminales. Son secuestradas y obligadas a convertirse en esclavas sexuales y prostitutas. "Los líderes criminales prestan especial atención a las hijas de padres cristianos porque son más obedientes. Así es más fácil obligarlas a formar parte de la mafia y aprovecharse de ellas sexualmente porque amenazan con perjudicar a sus familias", explica un experto de Puertas Abiertas. Este diferencial de comportamiento de las mujeres cristianas latinoamericanas aumenta la cantidad de dinero que se les paga en las redes de trata.
¿Quiénes son los agresores de las mujeres cristianas?
Los primeros agresores de una mujer o niña que decide seguir a Jesús están dentro de su propia casa. Los cónyuges, padres, hermanos, tíos e hijos suelen castigar a quienes rompen la tradición familiar con castigos físicos y psicológicos, arresto domiciliario, divorcios y matrimonios forzados con hombres de la misma religión.
Muchos vecinos también se sienten autorizados a perseguir a las mujeres cristianas agrediéndolas verbal, física y sexualmente. Algunos líderes musulmanes también contribuyen a propagar la violencia, ya que animan a los jóvenes a casarse con mujeres cristianas para convertirlas al Islam. Y cuando la pareja tenga hijos, estarán obligados a profesar la misma fe paterna.
Tras los constantes ataques de los grupos extremistas, las mujeres reciben ayuda para sus principales necesidades en Burkina Faso.
En los países del África subsahariana están los militantes de grupos extremistas como Boko Haram y Al-Shabaab. Secuestran a mujeres y niñas cristianas, las llevan a campamentos y las agreden tanto física como sexualmente. El resultado es que muchas quedan embarazadas y cuando vuelven a sus pueblos de origen son excluidas de la comunidad.
También hay traficantes de personas que se aprovechan de la vulnerabilidad de las mujeres cristianas para convertirlas en esclavas de los servicios domésticos y sexuales. En algunas situaciones, esta violencia es ignorada por las autoridades, especialmente cuando se convierten en las esposas de sus agresores.
¿Qué ocurre con las mujeres cristianas tras los actos de violencia?
Las mujeres cristianas obligadas a casarse viven una tortura diaria que incluye todo tipo de agresiones por parte de su marido, suegro, cuñados e incluso sus hijos. En algunas situaciones, no pueden resistir la hostilidad y abandonan su fe en Jesús.
Las hermanas que consiguen escapar antes del matrimonio suelen recibir la hospitalidad de iglesias y organizaciones cristianas como Puertas Abiertas. Con apoyo físico, emocional y espiritual, las seguidoras de Jesús reciben herramientas para reconstruir sus vidas.
Las mujeres cristianas de América Latina, que viven en comunidades remotas, enfrentan amenazas por delincuentes miembros de los cárteles de la droga.
En los países dominados por grupos extremistas, cuando una mujer cristiana consigue escapar de sus secuestradores, regresa a su comunidad de origen. Sin embargo, está condenada moralmente porque ya no es virgen y tiene hijos de los yihadistas. "Muchas chicas agredidas sexualmente cargan con cicatrices y traumas durante mucho tiempo, su autoestima también es destruida. Las comunidades suelen ser poco serviciales", revela un colaborador de Puertas Abiertas en Nigeria.
Ante este amplio panorama de violencia contra las mujeres y niñas cristianas, Puertas Abiertas cree que el papel de los cristianos de todo el mundo es invertir en actividades que refuercen su verdadero e inmutable valor ante Dios. Esto debe llegar a las víctimas de la violencia, a sus familias y a la comunidad.
Ayuda a una cristiana perseguida
Hoy conociste mejor la situación de nuestras hermanas que sufren por seguir a Jesús. Ahora es el momento de orar y actuar en favor de las mujeres y niñas cristianas, contribuye y permite que las mujeres nigerianas afectadas por los extremistas islámicos tengan comida, vivienda y educación para sus hijos. ¡Dona ahora!
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