Puertas Abiertas • 7 ene. 2025
A pesar de la presión, las cristianas y sus familias no abandonaron a Jesús
Kulsum* y Hamila* son dos mujeres cristianas del norte de Bangladesh que conocen de cerca la dura realidad de la persecución. Ambas participan en el Proyecto de Discipulado para Mujeres en la región, donde aprenden cómo enfrentar la presión para renunciar a Jesús. La persecución no solo afecta a las mujeres, sino también a sus familias, mostrando cuán distante está la libertad de expresar la fe en Jesús en el norte del país.
Amenazas de muerte
Kulsum tiene 42 años. Desde la agitación política en agosto de 2024, su esposo ha recibido amenazas de muerte por parte de líderes islámicos y políticos locales, lo que lo obligó a huir. Kulsum y sus dos hijas pequeñas permanecen en casa con miedo. Los líderes locales han advertido que si las niñas no renuncian a Jesús, no podrán regresar a la escuela.
“Estamos luchando mucho. No tengo con quién compartir nuestros problemas. No sé cómo sobreviviremos, ya que mi esposo no puede trabajar para mantenernos. No tenemos seguridad. Ni siquiera podemos salir de casa. La gente nos amenaza e insulta a mis hijas. Por favor, oren por nuestra familia", pide Kulsum.
Sin embargo, Kulsum también compartió con valentía: “Nos amenazan con que, si no renunciamos a nuestra fe, nos matarán. Pero yo les dije: Si es necesario, pueden matarme, pero no renunciaré a Cristo".
Escondidos por su fe
Por su parte, Hamila, de 38 años, tuvo que enviar a su hijo de 16 años a un refugio en Daca, la capital del país, mientras ella y su esposo huyeron a una aldea vecina debido a constantes amenazas.
Ahora dependen completamente de sus familiares para comida, refugio y otras necesidades. “No me gusta depender de otros. Pero ahora no tenemos otra opción más que contar con la ayuda de la familia. No tenemos a dónde ir", afirma Hamila.
Para Hamila, parece que su vida diaria se detuvo. No puede regresar a casa para verificar si todo sigue en orden o si algo ha sido robado. Han pasado meses desde que se escondieron y aún no hay certeza de cuándo podrán regresar y retomar su vida normal. La frustración crece y están empezando a perder la esperanza de volver a la normalidad. “Nunca imaginé tener que esconderme por mi fe en Jesús. Antes tenía una casa y todo lo necesario, pero ahora no tengo nada. Estoy completamente dependiente de otros”, dijo Hamila.
A pesar de sus dificultades, Hamila permanece firme en su fe en Jesús y está decidida a seguirlo. “No renunciaré a mi fe. Sé que, si lo hago, los musulmanes me aceptarán de nuevo y podré regresar a casa libremente. Pero no quiero la simpatía de aquellos que perpetraron esta violencia. Estoy orando para que Dios abra un camino para mi familia", expresó.
Un colaborador local de Puertas Abiertas está acompañando a las familias, orando por ellas y proporcionando apoyo de emergencia. Sin embargo, necesitan una solución permanente para poder practicar su fe libremente en su hogar y comunidad.
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