Puertas Abiertas • 8 jun. 2025
Romi vio a su familia transformada después de recibir una Biblia en su idioma y tener un pastor viviendo en su comunidad
Romi creció considerándose cristiano, pero no sabía nada sobre la fe más allá del hecho de que la Navidad es una festividad cristiana. Desde pequeño, creía en supersticiones y en los rituales de brujería que se practicaban en su comunidad en Malasia. Romi no entendía la Biblia.
La familia de Romi vive en una casa sobre pilotes. Su madre es cristiana y su padre falleció antes de que él naciera. No recuerda exactamente cuándo fue la primera vez que escuchó hablar de Jesús, pero cree que fue durante la visita de un misionero a su aldea.
“Cuando era niño, no conocía realmente a Jesús. Conocía el nombre de Jesús, pero no pensaba en Él como mi Salvador”, cuenta Romi. Él intentaba aprender más sobre Cristo, pero la única Biblia en su casa estaba en indonesio, un idioma similar al malayo, pero muy difícil de entender para un niño. No había nadie que pudiera explicarle las Escrituras ni su significado.
“Creer en la brujería era algo normal”
En el pueblo de Romi, aunque muchas personas se consideran cristianas, es muy común la creencia en la brujería y en los curanderos. La gente acude a ellos y participa en sus rituales. La madre de Romi sabía poco sobre la fe cristiana, a pesar de tener una Biblia, pero no había quien guiara espiritualmente a la familia.
Esta es una situación común en Malasia, donde, a pesar de que el evangelio es conocido, las personas no tienen muchas oportunidades de crecer en la fe y ser bautizadas. Por eso Romi continuó acudiendo a los curanderos y sus rituales. Su fe aún no tenía raíces. Así vivió hasta los 34 años, cuando finalmente escuchó más sobre Jesús: un nombre que conocía, pero una persona con la que nunca se había encontrado realmente.
Conociendo al Salvador por primera vez
En el año 2000, un evangelista chino llegó al pueblo de Romi y comenzó a predicar sobre Cristo y a enseñar a las personas cómo leer la Biblia. Esto cambió la vida de Romi para siempre. Fue así como aprendió que a Dios no le agrada la brujería y comenzó su camino de fe.
Tiempo después, el misionero llevó a un pastor, socio de Puertas Abiertas, a la comunidad. “El pastor se mudó a nuestro pueblo para enseñarnos más sobre la Biblia y discipularnos. Comenzamos a orar y compartir lo que aprendíamos de las Escrituras”, cuenta Romi.
El evangelista chino también llevó Biblias en malayo al pueblo. Ahora la gente tenía acceso a la palabra de Dios en su propio idioma. Con la ayuda del pastor, las Escrituras comenzaron a echar raíces en el corazón de Romi, pero eso no significaba que los problemas se habían acabado.
Romi y su hija Wafa fueron alcanzados gracias a las Biblias donadas por socios de Puertas Abiertas
Presión de la comunidad
“Tengo vecinos y amigos que no comparten la misma fe. Algunos entienden que me hice cristiano, pero otros no. Ya no se preocupan por mi familia ni quieren estar con nosotros”, relata Romi. Cuando el hermano de Romi, también convertido, falleció, los familiares realizaron un funeral cristiano y oraron juntos. Pero sus sobrinos, que no eran cristianos, quisieron mantener las tradiciones locales y realizaron un ritual por miedo a que los espíritus malignos vinieran tras ellos después de la muerte de su padre.
Romi aprovechó esa ocasión para hablar del evangelio, diciendo que la sangre de Jesús en la cruz pagó por todos nuestros pecados, por lo tanto, la oscuridad ya no tiene poder sobre nosotros. Romi comprendió que incluso situaciones como esa son oportunidades para anunciar el evangelio.
Aún hoy existe presión contra el cristianismo en la aldea. Mantener las costumbres antiguas incluso puede garantizar beneficios del gobierno, pero los cristianos permanecen firmes, manteniendo su esperanza en Cristo. “No importan las pruebas ni las ofertas que recibamos. Nosotros creemos que Jesús está vivo y es el único digno de alabanza”, afirma Romi.
Lo que ayudó a la familia de Romi a crecer en la fe fueron las Biblias y los materiales de discipulado entregados por los socios de Puertas Abiertas en Malasia. Gracias a sus oraciones y donaciones, los cristianos de la comunidad de Romi hoy pueden reunirse para compartir y aprender del evangelio.
“Muchos cristianos no sabían cómo entender o compartir la palabra de Dios. Aprendimos mucho con los programas de discipulado”, cuenta Romi. Su hija, Wafa, también se convirtió gracias a esos estudios bíblicos y ahora forma parte del ministerio de jóvenes de la iglesia. “Hoy sé que Jesús es Dios y que puedo orar directamente a Él pidiendo sanidad. Jesús es el único que necesito”, dice ella.
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