Puertas Abiertas • 1 feb. 2025
La comunidad cristiana enfrenta diversas violaciones por amor a Jesús en Myanmar
El 1 de febrero de 2021, la Junta Militar de Myanmar tomó el poder. Detuvieron a la líder Aung San Suu Kyi después de las elecciones y cortaron todos los medios de comunicación, incluyendo teléfonos e internet. Solo quedó disponible el canal militar, y la vida de los cristianos locales, que ya eran perseguidos, se volvió aún más difícil. Actualmente, el país ocupa el puesto número 13 en la Lista Mundial de la Persecución 2025, entre las naciones con persecución extrema.
Desde el golpe, los seguidores de Jesús enfrentan múltiples privaciones, como la falta de alimentos, la restricción de la libertad de movimiento, la falta de oportunidades laborales y, sobre todo, la pérdida de la libertad religiosa. Un ejemplo de esto es el testimonio del socio local Min Niang*, quien advierte sobre una preocupante tendencia en el este de Myanmar: "Para prosperar, es necesario involucrarse o estar vinculado a negocios ilegales", relata Min Niang.
Explica que casi todas las familias en el este de Myanmar tienen al menos un integrante adicto a las drogas. La exposición a negocios inmorales y al narcotráfico podría influir negativamente en los cristianos locales, a menos que reciban discipulado adecuado y tengan acceso a medios de subsistencia sostenibles.
En el norte del país, Nan Nan*, una joven de 21 años e hija del pastor Benjamin, un colaborador de Puertas Abiertas en Myanmar, fue secuestrada por un grupo insurgente en noviembre de 2024. Su padre intentó reunirse con los líderes del grupo para suplicar su liberación, pero ellos se negaron, afirmando que Nan Nan debía completar un entrenamiento antes de regresar con su familia.
Acorralados por la persecución
En otra parte de Myanmar, John* y doce miembros de su iglesia viajaron a zonas fronterizas en diciembre para realizar una misión evangelística. Sin embargo, las autoridades locales los detuvieron e impidieron que llevaran a cabo actividades de evangelización. Un colaborador local llamado Min*, residente en la zona, logró interceder para que fueran liberados.
Por otro lado, David Yang*, otro colaborador local, viajó hacia una capacitación en diciembre. Durante su ausencia, su casa alquilada fue saqueada por un grupo nacionalista a favor de la Junta Militar. Su familia, que estaba refugiada en un área vecina, fue extorsionada y despojada de su dinero. En algunas zonas del este de Myanmar, los pocos cristianos que allí viven tienen permitido realizar cultos, pero los forasteros, como pastores, misioneros y evangelistas de otras regiones, tienen prohibido predicar o ministrar a los habitantes locales.
Además, aquellos que muestran interés en seguir a Cristo no tienen permitido convertirse al cristianismo. En algunos casos, familias que estaban considerando la conversión fueron presionadas para abandonar la idea, bajo la advertencia de que no podrían seguir viviendo en la aldea si se volvían cristianas. Estos son solo algunos ejemplos de cómo la iglesia es perseguida en Myanmar. Hoy, al cumplirse cuatro años del golpe militar, oremos por el fin del conflicto y por fortaleza para los seguidores de Jesús, quienes son injustamente vistos como enemigos del gobierno.
Nombres modificados por seguridad.
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