Puertas Abiertas • 13 sep. 2023
Desde muy joven, la vida de Mateo estuvo llena de crímenes y alcohol, pero Dios tenía un plan diferente para él (foto representativa)
Desde pequeño, Mateo* vivió con un sentimiento de abandono. Su padre lo abandonó cuando sólo tenía meses y su madre lo dejó casi instantáneamente tras la marcha de su pareja. "Mi madre le pidió a una de sus a una de sus primas que me cuidara porque tenía que salir a enviar una carta a mi padre y nunca regresó. Ella también decidió abandonarme", cuenta Mateo. Su infancia transcurrió de pueblo en pueblo, viviendo primero en casa de su primo, luego en casa de sus abuelos y, por último, en casa de sus tíos maternos, que tenían problemas de delincuencia.
Al igual que el 70% de las familias cubanas actualmente (al menos 8 millones de personas, según cifras del Observatorio Cubano de Derechos Humanos), su familia era bastante pobre. "A veces no teníamos qué comer, y por eso mis tíos me obligaban a robar. Si no iba con ellos, no me daban comida o me echaban de casa. Muchas veces recogía comida de la calle para comérmela", dice Mateo.
En Cuba, la situación económica siempre ha sido motivo de preocupación. Aunque no hay informes oficiales fiables sobre la economía del país, ya que el gobierno se encarga de manipularlos, según diferentes organizaciones internacionales como el Observatorio- la violación de los derechos sociales y derechos sociales y económicos es demasiado común y ha provocado un aumento de la delincuencia, según The Food Monitor Program, organización independiente que realiza un seguimiento de los índices de pobreza y seguridad alimentaria en el país.
"Me sentía solo en este mundo. A menudo me sentaba en la cama con el deseo de quitarme la vida, pero había algo que me decía: resiste, algún día esta situación cambiará. Mientras tanto, mi vida se consumía entre robos y alcohol", dice Mateo.
Así fue la vida de Mateo durante 15 años. Sin embargo, Dios tenía un plan diferente para él. Un día, cuando visitó su pueblo natal, un tío que se había convertido al cristianismo le llevó a una iglesia metodista. Allí conocí al Señor. Me dio una segunda familia, porque los pastores de la iglesia, conociendo mi situación, me trataron como a un hijo, me daban de comer y me compraban ropa", recuerda.
Su cambio de vida pronto dio frutos. A los 24 años, Mateo decidió perdonar a su madre. Pidió a un amigo que lo llevara a verla y, aunque fue una conversación difícil, aquel momento sanó parte de sus heridas. "le dije que quería olvidarlo todo y empezar una nueva vida en la que pudiéramos querernos. Desde aquel momento, mi madre y yo hemos tenido la mejor relación. Me di cuenta de que Dios había hecho una gran obra en mi vida hasta el punto de poder perdonar e intentar restablecer una relación con mi madre después de tanto dolor", declara.
En la iglesia, empezó a servir en varios ministerios y, tiempo después, descubrió su vocación: la evangelización. Desde entonces, vio la importancia de compartir la palabra de Dios en un país donde la libertad de expresión y culto están limitadas. Aunque el cristianismo se tolera en Cuba, tiene muchas limitaciones. Los cristianos que se niegan a afiliarse al Consejo de Iglesias de Cuba, un organismo muy vigilado por el gobierno. Ellos son los que sufren más presiones, desde continuos interrogatorios e interceptaciones, hasta la confiscación de sus bienes y la detención arbitraria de sus líderes.
Para Mateo, la persecución no fue palpable hasta que ingresó en la milicia para mejorar su situación económica. En su trabajo como editor de vídeo y fotografía en el Departamento de Seguridad del Estado de Villa Marista, comenzó a presenciar situaciones que confrontaban su fe. "No cuestionaban mis creencias, siempre y cuando estuviera de acuerdo con lo que hacían y hacía lo que me ordenaban, pero ya no podía estar ahí. Había muchas cosas que vi que ni siquiera puedo mencionar por mi seguridad, que me hicieron sentir muy mal y, en cierto modo, un participante. Sentí que Dios me pedía que saliera de allí, así que empecé a pedirle que me ayudara a irme sin represalias", explica.
Dios hizo un milagro. En 2015, Mateo presentó su renuncia y fue dado de baja rápidamente. Dios obró milagrosamente porque no hubo objeción ni análisis cuando presentó su renuncia. Normalmente, estos trámites demoran un par de años y las personas son cuestionadas o incluso detenidas por su decisión si el Estado considera que hay alguna sospecha.
Mateo trabaja actualmente como ayudante de cocina en un centro de procesamiento y su esposa, una joven a la que conoció en la Isla de la Juventud, es estomatóloga [especialista en diagnosticar enfermedades de la boca]. En 2022, fue uno de varios líderes cristianos que asistió a uno de los múltiples talleres desarrollados por Puertas Abiertas en el país para el fortalecimiento de las capacidades de las iglesias. "Hoy vivimos tranquilos y en paz, gracias a la bondad y misericordia de nuestro Dios. Doy gracias a Dios por lo que ha hecho en mi vida porque sé que su cuidado, protección y amor me han traído hasta aquí", añade.
*nombre cambiado por razones de seguridad.
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