Puertas Abiertas • 7 oct. 2023
La cristiana creció con miedo a ser detenida y perder a su familia (foto representativa)
Entre susurros, en profundo secreto, la fe cristiana perdura y da fruto en las iglesias secretas de Corea del Norte. La Biblia es un tesoro de valor incalculable que debe guardarse con sumo cuidado y atención. Los himnos se cantan tan bajo como el sonido de la brisa. Se ora sin pronunciar una sola palabra.
Para los valientes que se atreven a creer, la fe se convierte en un gran blanco en sus espaldas con la amenaza constante de ser descubiertos por las autoridades que quieren eliminarlos. Allí, la fe no consiste sólo en cultos dominicales, vigilias y coros. Es una decisión de vida o muerte.
Invasión policiaca
No son el crimen, la corrupción o las crisis los mayores enemigos del Estado, sino el mensaje de amor y perdón en Cristo. Yong Sook (seudónimo) es una de esas cristianas. Hoy es una anciana que vive en Corea del Sur, pero no puede olvidar la persecución que sufrió en Corea del Norte.
El abuelo de Yong era un cristiano secreto, pero lo descubrieron, así que él y su padre fueron detenidos. "Era temprano. Mi madre estaba preparando el desayuno cuando llamaron a la puerta. Fui a abrir tropezando con mis zapatillas. Inmediatamente, cinco policías irrumpieron en nuestra casa y ni siquiera se quitaron los zapatos [un gesto muy importante en la cultura asiática]", cuenta Yong.
Yong no sabía por qué había aparecido la policía y no entendía por qué se llevaban a sus seres queridos ante sus ojos. "Nadie podía consolarme. Estuvimos todo el día en un rincón de la casa viendo cómo aquellos hombres lo revolvían todo en busca de libros gruesos", continúa.
Abuelo y padre detenidos
La policía tenía una orden de detención contra el abuelo y el padre de Yong, de 83 años, porque figuraban en la lista de cristianos descubiertos en Pyongyang, la capital norcoreana. Debido a su avanzada edad, el abuelo fue puesto en libertad al poco tiempo.
"Mi abuelo tenía mucho miedo de lo que pudiera pasar en la cárcel. Todo era culpa suya. Sólo él era un cristiano secreto. Mi padre no creía en Jesús, pero por causa de mi abuelo lo incluyeron en la lista", cuenta Yong.
Meses después de la detención, la vida de la familia se volvió muy difícil: "Vivía con miedo. Cada día podía ser el último en nuestra hermosa casa de Pyongyang. ¿Dónde estaba mi padre? ¿Seguía vivo? ¿Le deportarían a un campo para presos políticos?", cuenta.
[Esta historia continúa]
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