Una noche llena de luto y profundo dolor en Nigeria

Conoce a Hajaratu, una viuda cristiana que a pesar del dolor, soledad y sufrimiento no renuncia a su fe en Jesucristo.

Puertas Abiertas • 1 ago. 2021


Para que puedan resistir la presión y la violencia, los cristianos de Nigeria necesitan la oración y el apoyo de los hermanos y hermanas de todo el mundo.

Para que puedan resistir la presión y la violencia, los cristianos de Nigeria necesitan la oración y el apoyo de los hermanos y hermanas de todo el mundo.

Actualmente Nigeria ocupa el 9° lugar en la Lista Mundial de la Persecución 2021 principalmente porque la violencia ha aumentado y ha comenzado a extenderse a otras partes del país, y el gobierno parece no poder o no querer proteger a sus ciudadanos cristianos.

La persecución, y especialmente los ataques violentos, son más frecuentes en el norte y en el cinturón medio de Nigeria, Los intentos del gobierno de islamizar el país están más extendidos, afectando incluso a las comunidades de mayoría cristiana en el sur. Los cristianos que se han convertido del islam son muy vulnerables en el norte del país, en particular en las zonas regidas por la sharia (Conjunto de leyes islamicas). 

Para conocer un poco más sobre la realidad de la persecución en Nigeria hoy compartiremos el testimonio de la hermana Hajaratu, una mujer fuerte y llena de fe, que a pesar del dolor, soledad y sufrimiento no renuncia a Jesucristo. ¿Listo para conocer la cara del sufrimiento en Nigeria?



Hajaratu, es una joven viuda cristiana de Chibok, cuando los militantes Fulani atacaron su pueblo, Hajaratu perdió mucho más que sus posesiones, granos almacenados, animales y partes de su casa. Sobrevivió al ataque, pero la realidad desgarradora de la vida después de esa noche ha permanecido. Es una historia muy angustiante, pero es la realidad de miles de cristianos como ella en el Cinturón Medio de Nigeria.

Su marido, David Matthew, murió de una enfermedad en 2019, dejándola sola al cuidado de sus hijos. "Sinceramente, las dificultades a las que me enfrento son numerosas", dice. Para Hajaratu, encontrar trabajo para pagar las tasas escolares, las facturas médicas y la comida es siempre un reto. Pero su mayor prueba llegó la noche del 10 de julio.
 

Una noche llena de luto y profundo dolor

Aquella noche, Hajaratu se sentó con sus vecinos bajo un árbol antes de ir a casa a preparar la cena y hacer dormir a sus hijos. Después de que los niños estuvieran en la cama, Hajaratu recuerda que se sentó junto a las brasas del fuego y se quedó dormida.

"Unos dos minutos después, oí los disparos", dice. Fue entonces cuando despertó a los niños y les dijo que el pueblo estaba siendo atacado. "Rápidamente me coloque a mi hija pequeña en la espalda, la até con un paño y salí a la puerta". Sus otros hijos, lo suficientemente mayores como para correr solos, salieron corriendo para unirse al resto de la gente que huía del pueblo.

El tiroteo se hizo más fuerte, y los disparos estallaron justo al lado de la pared de su cocina. "Todos salimos corriendo, dispersándonos en diferentes direcciones", dice Hajaratu. La cristiana vio a algunas personas del pueblo corriendo hacia el río, así que las siguió, con la esperanza de recibir ayuda. "Al llegar al río, me caí y me quedé atascada en el barro. Dejé mis zapatos allí, tratando de escapar", cuenta Hajaratu.

Pidió ayuda a gritos, pero los demás aldeanos estaban demasiado lejos. Se levantó, empapada y embarrada, con su hija en su espalda llorando, y finalmente llegó al río. No sabía nadar, pero el río no parecía ser muy profundo. Era un riesgo que tenía que correr si ella y su familia querían sobrevivir. Mientras los disparos hacían estallar el aire a sus espaldas, se metió en el agua con su hija.

El agua se hizo cada vez más profunda hasta que Hajaratu llegó al centro y comenzó a luchar. "Llegué a la parte profunda del río donde me sumergí y empecé a ahogarme. Mi hija lloraba mientras yo luchaba por salir a la superficie", cuenta Hajaratu.

Perdió el equilibrio y la fuerza del agua la arrastró hacia abajo y la alejó de la orilla. Su cabeza se sumergió en el agua y volvió a la superficie una y otra vez. Luchó contra la corriente. En ese momento, Hajaratu pensó que moriría en el río, junto con su hija.

De alguna manera, consiguió llegar a la orilla. Estaba jadeando. En ese momento, en la orilla embarrada y en la oscuridad, descubrió que su hija había desaparecido. El río se había llevado a su hija, junto con el envoltorio de tela, cuando Hajaratu luchaba en las profundidades. "Empecé a llorar incontroladamente", dice Hajaratu. No podía hacer nada. El rápido río le había robado a su hija.

Finalmente, Hajaratu siguió adelante a través de los arbustos en la oscuridad, sin poder detener sus lágrimas. Llegó a un pueblo cercano, donde un hombre y su mujer, que habían oído los disparos a distancia, la acogieron y le dieron refugio para pasar la noche. Fue una noche llena de luto y profundo dolor.

La vida después de una gran tormenta 

A la mañana siguiente, la viuda volvió al pueblo con la esperanza de encontrar a sus otros cuatro hijos. Lo que vio fue terrible: casas quemadas, tierras sin ganado, porque todos los animales habían sido robados, los cuerpos de sus vecinos que habían sido asesinados y quemados, pero no vio ni rastro de sus hijos.

Hajaratu partió con los demás sobrevivientes y llegó a un campamento improvisado para desplazados. Lloró junto a sus vecinos y oró para encontrar a sus hijos. Después de tres días, Dios respondió la oración de la cristiana: "Me los trajeron al campo y los abracé, llorando. Mi temor era que estuvieran muertos, aunque no había visto sus cuerpos. Esa era mi única alegría y consuelo.

Cuando los hijos de la cristiana se enteraron de la muerte de su hermana menor, comenzaron a llorar y fueron consolados por su madre. Aunque la mayoría de sus hijos estaban vivos, las experiencias de Hajaratu sacudieron su fe: "Le pregunté a Dios por qué permitía que ocurrieran todas estas muertes en Chibok, especialmente en mi familia", comparte. Aunque la cristiana no ha recibido una respuesta clara, dice que confía en el propósito de Dios para todas las cosas. 

A través de Puertas Abiertas, Hajaratu recibió ayuda alimentaria con artículos como arroz y maíz para alimentar a sus hijos, apoyo financiero para reconstruir su casa y asesoramiento post trauma. "El asesoramiento post trauma me animó mucho. Doy las gracias en nombre de todos los que participamos en este proyecto. Estamos profundamente agradecidos. Que la sabiduría que Dios les ha dado para hacer esto aumente y que hagan aún más por otros cristianos", concluye Hajaratu.

Hajaratu regreso a Chibok junto a sus hijos. Sigue luchando contra la pérdida de su hija pequeña y en busca de esperanza. En cuanto hace sus deberes de casa levanta una alabanza de gratitud, la traducción de la letra de la canción desvela un corazón herido pero adorador:

“Sólo palabras de gratitud

Sólo palabras de gratitud

No tengo nada que ofrecerte, Dios mío

Excepto palabras de gratitud”

Nombres alterados por seguridad. Algunas citas fueron editadas para facilitar la lectura*

Ayuda de emergencia para las viudas de Nigeria

La historia de Hajaratu es muy común entre los cristianos de Nigeria. Para que puedan resistir la presión y la violencia, necesitan la oración y el apoyo de los hermanos y hermanas de todo el mundo. Ayuda a viudas de Nigeria para que tengan comida, vivienda y sus hijos tengan la oportunidad de estudiar. Sé un canal de la providencia de Dios.

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