Puertas Abiertas • 17 sep. 2023
El corazón de Cho cambió al participar en la formación de preparación para la persecución
Ser cristiano en Myanmar puede ser difícil, por eso Cho (seudónimo), uno de nuestros socios locales, tiene un corazón entregado a su pueblo. "En nuestro documento de identidad dice el nombre de nuestra tribu, Chin, y nuestra religión, cristiana. Cuando la gente ve esto, nos discrimina. No se preocupan por nosotros. A veces, cuando intentamos hacer algún evento navideño, necesitamos permiso de las autoridades. Es la ley. No podemos hacerlo libremente. No tuvimos permiso de las autoridades para construir la iglesia, aunque teníamos terreno", explica Cho.
El gobierno militar ha empeorado la situación de Cho y su pueblo, después de todo, el ejército de Myanmar tiene un largo historial de opresión a la tribu cristiana chin en los estados de Chin, Kayah y Kachin, mucho antes del golpe de Estado de hace dos años. La violencia a la que se enfrenta el pueblo cho a manos de los militares lleva décadas. Han cerrado iglesias, retirado cruces de los tejados y golpeado y amenazado constantemente a los cristianos. "Cuando los militares vienen al pueblo, nos obligan a llevar sus armas y pesadas cargas día y noche, sin paga. Las familias sufren sin la presencia de sus padres y sólo pueden orar por ellos. Tampoco les importa que tengamos los domingos como día de culto. Tenemos que obedecerlos y seguirlos a todas partes, no tenemos elección", afirma.
Cuando en 2008 Cho fue invitado a participar en el curso de preparación para la persecución de Puertas Abiertas, su corazón cambió. "Lo que realmente me conmovió durante la formación fue el no querer venganza y amar a nuestros enemigos. Especialmente con respecto a los militares que nos persiguen, a los que odiamos mucho en nuestro corazón y en nuestra mente. Realmente quería vengarme de ellos, pero cuando vi en la Biblia que la persecución forma parte de la vida de un cristiano, aprendí a aceptar lo que nos sucede. Así que los perdoné y ahora puedo controlar mi ira", nos cuenta.
Vidas como testimonio
El texto de Hechos 1:8 es como un ancla para Cho: "Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, hasta en los confines de la tierra". "Este texto dice que seremos testigos ante los demás. Testigos en cómo hablamos, actuamos, vivimos, en todo lo que hacemos. Nuestras vidas son un testimonio. Así que debo ser testigo para los demás, eso me fortalece para poder enseñar a otros y llevarlos a Dios", dijo.
Cho también aprecia cómo los cristianos que conoce recorren largas distancias sólo para participar en el entrenamiento. No es sólo él quien hace ese peligroso viaje, sino también otros cristianos. "Cuando invitamos a la gente a participar en la formación, reunimos a cuatro o cinco pueblos. Viajan desde sus aldeas hasta el lugar donde nos reunimos para la formación y también se enfrentan a muchos retos por el camino. También tienen que cruzar puestos militares para participar en la formación. Después de viajar entre diez y doce horas, cuando por fin nos encontramos, estamos muy contentos. Nos reciben calurosamente y nos tratan de la mejor manera posible. Me siento muy feliz cuando nos encontramos. Vemos a la gente sonreír y esperarnos con impaciencia. Eso me da aún más fuerzas para enseñar".
Para Cho, todos los riesgos merecen la pena: "Amamos a nuestra gente, por eso queremos compartir con ellos lo que sabemos. Tengo una responsabilidad y, aunque el camino es difícil, hay alegría. No lo considero un problema porque cuando compartimos lo que hemos aprendido sobre la palabra de Dios, en obediencia a Dios, la responsabilidad se hace más ligera".
Presentes en medio de la persecución
Muchos cristianos perseguidos viven en zonas remotas y lejanas. El apoyo práctico y las oportunidades de formación son escasos. Los socios de Puertas Abiertas como Cho tratan de estar presentes en el lugar, llegando a los cristianos más distantes y difíciles de alcanzar, especialmente a los que se sienten más aislados por su fe. No importa si tienen que viajar en avión, tren, moto o a pie - nuestros socios hacen viajes peligrosos para servir a los cristianos perseguidos en Asia, porque estos viajes definitivamente valen la pena el riesgo. Dona ahora y permite llegar a más cristianos que viven en zonas remotas del sudeste asiático.
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