Puertas Abiertas • 10 sep. 2023
Los viajes de Cho para llegar a los cristianos que viven en zonas remotas de Myanmar duran entre diez y doce horas
Cho* es un hombre con una moto y una misión. Ya sea bajo un sol abrasador o bajo una lluvia torrencial, por carreteras polvorientas o incluso al borde de altos acantilados, se lo puede encontrar acelerando el motor, con una caja de materiales de formación atada a la parte trasera, entusiasmado por encontrarse con el pueblo de Dios.
Los viajes en moto duran entre diez y doce horas. De vez en cuando, el socio local de Puertas Abiertas en Myanmar deja a su familia -esposa, tres hijas y dos hijos- para ministrar a cristianos hambrientos de la palabra de Dios, a menudo en zonas remotas y de difícil acceso. Se prepara para el viaje con una linterna en la mochila y un machete atado junto con sus provisiones, que utiliza para quitar ramitas y ramas por el camino: "Pero también es para protegerse, si es necesario", explica.
Cho lleva un machete para despejar el camino y por seguridad, en caso de necesidad
Como Myanmar está en guerra civil, hay puestos de control casi cada kilómetro y hay que pagar peaje en los puestos atendidos tanto por militares como por civiles rebeldes. Para Cho, es la gracia de Dios la que lo mantiene a salvo en la carretera. Aunque le resulta difícil dejar a su familia, está comprometido con el peligroso viaje de servir al Señor.
"Mientras me preparo para el viaje, mi esposa siempre está preocupada. Ella es brillante y toma decisiones rápidamente, por eso me prepara. Me aconseja que tenga cuidado con mi forma de hablar cuando predico el Evangelio. También debo ser cuidadoso en mi comportamiento. Ella insiste a nuestros hijos: ‘Tienen que orar por su padre. Está yendo a un entrenamiento, así que deben orar por él’. A ella le preocupa que me enfrente a peligros, como la persecución: No sabes lo que te espera, así que tienes que tener cuidado. Mientras él está fuera, los niños preguntan a su madre: "¿Mi padre está vivo o muerto?".
La familia de Cho se despide sin saber si volverá a casa
Además de la guerra actual, el clima también puede ser traicionero: "Cuando llueve, tengo que llevar un impermeable y la carretera se vuelve resbaladiza y fangosa. A veces tengo que cruzar ríos sin puentes, a veces de noche. Es muy resbaladizo y las cuestas son empinadas. Luego tengo que bajarme de la moto y, si me caigo, tengo que levantarla. No es fácil hacerlo solo, pero lo hago. El viaje dura al menos un día, a veces unas diez o doce horas. Y el entrenamiento dura cuatro días. Todo el viaje, ida y vuelta, dura una semana. Es muy peligroso ir solo.”
A pesar de ello, en todos sus viajes, el Señor nunca lo ha abandonado. En 2015, Dios le dio un discípulo al que entrenar y con el que viajar, el joven pastor Aung Aung*. "Guío al hermano Aung Aung para que vaya a los entrenamientos conmigo y prepare a los cristianos para la persecución. Me lo llevo cada vez que viajo y le enseño. Es muy inteligente, su mente y su corazón están dispuestos a aprender. Ahora con un ayudante es más fácil viajar. Ya no estoy solo".
El viaje se hizo más fácil cuando Aung Aung empezó a acompañar a Cho en sus viajes
*Nombres cambiados por seguridad.
Preparados para afrontar la persecución
Los cristianos que viven en zonas remotas de Myanmar se sienten solos e indefensos. Pero socios locales como Cho están ahí, proporcionando formación para fortalecerlos. Con una donación, puedes ayudar a que estén preparados para enfrentarse bíblicamente a la persecución.
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