Sobreviviendo al extremismo en Burkina Faso

Una joven madre y esposa se enfrenta al terror del extremismo islámico

Puertas Abiertas • 2 jun. 2024


Fati y su familia tuvieron que huir de su casa después de que su aldea en Burkina Faso fuera atacada seis veces por yihadistas.

Fati y su familia tuvieron que huir de su casa después de que su aldea en Burkina Faso fuera atacada seis veces por yihadistas.

A lo largo de la Biblia, Dios trabajó en la vida de personas desplazadas para cumplir su voluntad. Y sigue haciendo lo mismo en Burkina Faso, donde más de dos millones de personas están desplazadas debido al extremismo islámico. Fati (seudónimo) y su familia son un ejemplo en medio de los que son perseguidos violentamente. Vivir con miedo es una realidad diaria para los cristianos en Burkina Faso, donde vive Fati. "Vivo con un miedo permanente. Siempre que escucho un disparo, me asusto y pienso que están de vuelta para matarnos a todos", dice Fati, una joven madre y esposa de 20 años.



"La primera vez que atacaron nuestra aldea, dispararon hacia todos lados. Los habitantes intentaron huir y esconderse, sin embargo, los responsables del ataque estuvieron todo el día disparando sus armas, hasta que finalmente se fueron. Tres días después, regresaron. Esta vez, pasaron por toda la aldea, disparando a todo y a todos. Incendiaron el mercado, casas y todo lo valioso que encontraron. Arrojaron combustible al ganado y lo quemaron vivo. Algunos habitantes lograron escapar y esconderse, pero muchos fueron quemados hasta la muerte dentro de sus casas", dice Fati.

Este nivel de violencia llevó a más de un millón de personas a huir. A pesar de ello, muchos intentaron quedarse, esperando que todo pasara. "Cuando se fueron, la gente dijo: Oremos y esperemos que no regresen. Pero la paz no duró. Solo dos semanas después, atacaron nuevamente la aldea, esta vez con armas pesadas. Las balas perforaron techos y ventanas y alcanzaron a muchas personas dentro de sus hogares."

Ataques implacables

Durante el último ataque a su aldea, Fati no estaba con su esposo e hijos, así que pensó que lo peor había ocurrido


Después del ataque, muchos huyeron a un pueblo cercano llamado Burzanga. Otros dejaban comida y cosas valiosas allí por si necesitaban huir. Entonces, los yihadistas sorprendieron al pueblo de Fati con el cuarto ataque. "Los terroristas colocaron explosivos a lo largo del camino para impedir que los desplazados pasaran con seguridad."

Después de controlar las carreteras, los militantes fueron a la aldea de Fati en otras dos ocasiones, sin perdonar nada ni a nadie. "Vinieron con granadas, explotando y destruyendo todo. El miedo fue tanto que muchos huyeron justo después de que los terroristas se marcharan, porque sabían que morirían si permanecían más tiempo. Algunos días después, los responsables del ataque regresaron con coches y motocicletas. Luego rodearon la aldea y dispararon en todas direcciones. Mientras la gente huía de sus hogares, los alcanzaban recitando el Corán, lo que continuaron haciendo hasta la noche. La gente estaba muy asustada."

Durante este último ataque, Fati estaba en Burzanga, tratando de esconder alimentos por si tenían que huir. Su esposo estaba con los hijos en un encuentro de oración en la ciudad donde vivían. Cuando Fati se enteró del ataque, regresó corriendo, temiendo lo peor. Este fue el momento mayor de miedo en toda su vida. "Cuando llegué, no encontré a mis hijos y esposo, hasta que finalmente los encontré escondidos en el bosque. Juntos, escapamos, lo que no fue fácil para los niños. Los pies se hincharon, además del hambre y la sed. Nos perdimos en el bosque durante la noche y solo llegamos a Burzanga al día siguiente por la mañana. Nos quedamos en la ciudad durante una semana."

Esperanza en medio de la adversidad

A pesar de las dificultades, la familia de Fati reconoce que Dios estuvo presente en todos los momentos.

No todos los que intentaron huir lo lograron, muchos fueron asesinados en el camino. Después de una semana en Burzanga, la familia de Fati partió hacia la capital, Uagadugú. Por el camino, vieron varios cuerpos y sabían que sobrevivieron solo por la gracia de Dios. Sin embargo, estaban a punto de descubrir que sus problemas estaban lejos de terminar.

"Cuando llegamos a Uagadugú, fue difícil conseguir comida, porque las pocas cosas que pudimos salvar fueron robadas en el camino hacia la ciudad. Estábamos con las manos vacías, sin comida ni refugio." Aun así, decidieron aferrarse a Dios. Y fue en ese momento que experimentaron su gracia y esperanza en sus vidas. "Encontramos a un pastor que nos acogió cuando estábamos desesperados. Él nos recibió y nos reconfortó. Muchas otras personas de la iglesia también nos ayudaron y nos bendijeron." Sin embargo, el pastor y su pequeña iglesia podían hacer poco por la familia. Estaban traumatizados y tenían dificultades para encontrar refugio y comida, además de criar a los hijos.

"Mi familia todavía está traumatizada y no tenemos ningún ingreso economico. En nuestro pueblo, mis hijos iban a la escuela, aquí no tenemos dinero para pagar las cuotas. No tenemos suficiente para nuestras comidas, y mucho menos para enviar a nuestros hijos a la escuela. Este es nuestro peso. Cuando estamos sanos, podemos trabajar y pagar por la escuela, pero, desafortunadamente, no estamos en condiciones de trabajar ahora."

Aunque Fati y su familia enfrenten dificultades, saben que Dios estuvo con ellos en cada paso del camino. "Creemos en las palabras escritas en la Biblia y eso nos da vida. Esto fortalece nuestra fe y trae alegría a nuestras vidas. Me gustaría agradecer a todos los que nos apoyaron en oración. Ustedes ayudaron a llevar nuestra carga. Y Dios ha respondido a sus oraciones. Nos ha salvado de las dificultades, problemas y tentaciones. Cuando pienso que Dios nos ha abandonado, recuerdo sus palabras en la Biblia. Él nos dijo que estaría con nosotros en cualquier circunstancia. Sabemos que Dios transformará nuestro dolor en alegría nuevamente."

Burkina Faso

Ante la violencia extrema, las iglesias del África Subsahariana necesitan estar preparadas para ayudar a las víctimas de los ataques. Una donación permite que las congregaciones locales de Burkina Faso estén capacitadas para ayudar a las víctimas de la persecución violenta mediante el apoyo a sus necesidades materiales y espirituales y la atención postraumática.

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