Puertas Abiertas • 12 abr. 2023
La menor se está recuperando del trauma de la persecución a través de entrenamiento bíblico y discipulado
Los cristianos del Norte de África y Oriente Medio comparten retos similares. La intensa persecución limita el compañerismo, el ánimo y la enseñanza bíblica que puede ofrecer una iglesia. Todos los cultos, las oraciones y las alabanzas son realizados en un lugar secreto, bajo vigilancia para evitar a los espías.
Ni siquiera en casa, con su propia familia, pueden estar tranquilos. Sobre todo cuando se trata de niños, que a menudo tienen dificultades para comprender y guardar secretos. En este contexto creció Layla (seudónimo), de 14 años.
Hoy asiste a una iglesia en Egipto, pero era sólo una niña cuando su vida cambió. Tenía nueve años cuando sus padres se convirtieron y junto a toda su familia tuvo que mudarse de ciudad. "Mis padres me hablaron poco a poco del cristianismo. Nuestra familia está formada por musulmanes estrictos, así que era peligroso compartir nuestra fe con ellos", explica.
Lo que los padres de Layla temían, ocurrió, y la sola sospecha basta para que los extremistas maten a cristianos como ellos en defensa del honor de la familia musulmana. Todos estos dilemas quedaban lejos para Layla, que sólo sabía que pertenecía a una familia diferente.
En busca de la comunión
En la nueva ciudad, la discriminación se intensificó. Tanto alumnos como profesores la avergonzaban por no seguir las costumbres islámicas. El acoso ocasionó dudas sobre el cristianismo y la identidad de la joven. "Me sentía fuera de lugar y rechazada, sin saber en qué creer", dice la cristiana.
La joven cayó en una fuerte depresión, hasta el punto de intentar quitarse la vida. Fue entonces cuando los socios locales de Puertas Abiertas encontraron a Layla y a su familia. Los padres empezaron a ser discipulados y aprendieron una forma adecuada de explicar la fe cristiana a su hija y ayudarla.
Layla fue a un campamento secreto de niños cristianos donde conoció a otros niños como ella y aprendió más sobre Jesús. "Mis ojos se abrieron a la verdad. Empecé a creer en las palabras de Jesús", dice la adolescente.
Después del campamento, se unió a un grupo de discipulado. Gracias al grupo, Layla también aprendió a tocar el piano y ahora toca algunas canciones en la pequeña iglesia a la que asiste con sus padres. "Por fin he encontrado la comunidad a la que pertenezco. Jesús entró en mi vida cuando estaba desesperada y perdida. Él marcó la diferencia", afirma Layla.
Fortalece la fe de los cristianos secretos con discipulado
El compañerismo es esencial para la madurez de la iglesia, pero bajo la intensa persecución en el norte de África y Oriente Medio, pocos participan en iglesias o incluso conocen a otros cristianos. Con una donación, haces posible que cristianos secretos sean discipulados y sepan que forman parte de la familia de Dios.
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