Golpe de Estado en Myanmar: obligados a huir

Conoce la historia de Tun, un cristiano que lleva dos años desplazado desde que se produjo el golpe de Estado

Puertas Abiertas • 1 feb. 2023


Desde el golpe militar de 2021, Tun y su familia viven como desplazados tras huir de su hogar.

Desde el golpe militar de 2021, Tun y su familia viven como desplazados tras huir de su hogar.

Tun* y su esposa Lhing* son cristianos que viven en Myanmar. En 2018, realizaban estudios bíblicos en casa con sus vecinos. En aquel momento, tenían hileras e hileras de caña de azúcar en su patio trasero listas para la cosecha, así como cabras, gallinas y cerdos. Todo eso lo produjo con los conocimientos que aprendió en un curso de formación de Puertas Abiertas. A pesar de ello, Tun es ahora un refugiado.

Cuando los militares tomaron el control del gobierno de Myanmar en 2021, la vida de Tun dio un vuelco. Él sabía que, tarde o temprano, una masacre llegaría a su pueblo. No tardaron en llegar los tanques militares y él, su mujer y sus tres hijos se vieron obligados a huir para ponerse a salvo.

A día de hoy, Tun y su familia no han podido regresar a casa. Ya lleva dos años como refugiado. "Teníamos miedo y buscamos una forma de escapar", explica. Estaba en casa el 1 de febrero de 2021, cuando los militares anunciaron el golpe. "Ese día, todas las líneas telefónicas estaban cortadas y no había Internet. Nos sentíamos como si estuviéramos en otra parte del mundo".

Desde el golpe, han aumentado las tensiones en el barrio de Tun. Las protestas llenaron las calles con gritos de justicia y libertad. La gente odiaba a los militares y quería recuperar la democracia. En marzo, la junta militar disparó a un manifestante en la cabeza, lo que llevó a los civiles a tomar las armas y formar las Fuerzas de Defensa del Pueblo (PDF). En abril, Tun y su familia planearon su huida. Fue una operación de dos días. "La mañana del primer día, mi mujer y yo investigamos la carretera para averiguar dónde estaban los militares. Cuando confirmamos qué carretera era segura, empacamos nuestras pertenencias y necesidades de emergencia".

Al día siguiente, Tun y Lhing llevaron a sus tres hijos en dos motocicletas. "Sólo llevamos bolsas muy pequeñas. Nos llevamos una camiseta para el día y otra para la noche. Si llevábamos demasiada ropa, bolsas y otras cosas, los militares de los puestos de control no nos dejaban salir de la ciudad". Hicieron ver que sólo salían de excursión, pero Tun y su familia no regresaron.

Cuando llegaron a un lugar seguro, Tun pidió ayuda. "Dios preparó a amigos y socios para que nos cuidaran y acogieran", compartió.

La historia se repite


El golpe de 2021 no fue la primera experiencia de Tun con los militares en el país

Sin duda fue difícil quedarse sin hogar de repente, pero Tun no se arrepiente de la decisión. El golpe no fue su primera experiencia con el ejército. En la década de 1990, cuando era joven, Tun estaba en la iglesia cuando unos soldados irrumpieron en ella exigiendo a la gente que transportara su carga militar. Tun y otros tres amigos se levantaron. "No queríamos que se interrumpiera el servicio. Ese día llevábamos una pesada carga de armas, como lanzacohetes, y recorrimos a pie 56 kilómetros", explica.

A mitad de camino, uno de sus amigos intentó escapar. "Huía de la barrera del ejército y cuanto más se alejaba, más le disparaban los soldados. No podíamos mirar atrás. A día de hoy no sabemos si nuestro amigo consiguió escapar o si murió".

"Esa misma noche, cuando los militares dormían, huimos. Éramos diez. Sólo teníamos una linterna, pero conseguimos escapar por un camino estrecho. Si no lo hubiéramos conseguido, nos habríamos visto obligados a caminar otros 83 kilómetros".

Ataques sólo a iglesias


Tun explica que, dado que durante los enfrentamientos sólo se golpea a las iglesias, la persecución de los cristianos es evidente

En la actualidad, los cristianos no se ven obligados a llevar pesadas cargas, pero desde el golpe de Estado se ha intensificado la represión de iglesias y la profanación de propiedades cristianas en Myanmar. "Cuando empezó el golpe, las fuerzas de la junta militar asaltaron las iglesias, para bombardearlas, incendiarlas, llevarse todo el dinero o romper las ventanas".

Tun se lamenta: "Sin ningún respeto, sólo destruyeron iglesias, pero dejaron intactas las pagodas (templos de cierto estilo arquitectónico). En nuestro barrio, ni una sola bala alcanzó pagodas y santuarios budistas. Así que este golpe, podemos decir, directa e indirectamente, es una persecución”.

Todos estos ataques crean temor entre los cristianos de las tribus Chin y Kachin, de donde procede Tun. "Algunas iglesias siguen sin poder reunirse para celebrar el culto porque el edificio ha sido marcado con pintura roja. Los que se reúnan para rendir culto serán fusilados por el ejército o detenidos por la policía. Si los combates se producen cerca de una iglesia y se enfadan, le prenden fuego", explica.

Tun cuenta que cada vez que oye noticias de iglesias atacadas siente un profundo dolor. "A pesar de ello, como aprendemos en la formación de preparación para la persecución, sabemos que pueden destruir edificios, pero no pueden destruir a los cristianos, a la verdadera iglesia. Ese es mi consuelo".

Tun sabe que la batalla no es contra carne ni sangre: "El ejército no es nuestro verdadero enemigo. Como se cita en Juan 14, la obra del verdadero enemigo es robar, matar y destruir el cuerpo de Cristo. No quiere que se cumpla el plan de Dios para la iglesia, así que utiliza todo su poder para perturbar e impedir que el evangelio sea llevado al mundo." Tun llora a las víctimas de la guerra, no sólo a los cristianos, sino a todos.

Oportunidad de entrenamiento


Tun ayuda a otros cristianos desplazados ofreciéndoles formación para ganarse la vida y preparándolos para la persecución

Incluso en medio del desplazamiento, Tun no se queda en la estacada. Él y su familia se encuentran en un refugio temporal con más de 2.000 cristianos desplazados. Allí ha encontrado oportunidades para ejercer su ministerio. "Todos los medios de supervivencia han desaparecido. Además de estar sin trabajo desde el golpe, ocurrió la pandemia. Ya han gastado sus ahorros y ahora luchan por la comida diaria. Ya han vendido tierras, pendientes, collares de oro, todo para sobrevivir".

Aunque agradecen la ayuda de las agencias internacionales, Tun no quiere que los desplazados cristianos dependan de ellas. "Algunos hacen negocios mediante la captura de carne de animales salvajes, como el jabalí. Otros venden verduras cosechadas en el bosque en el mercado a primera hora de la mañana".

Para ayudar aún más a sus compañeros cristianos, Tun les brinda cursos de formación para ganarse la vida. "Los cristianos son muy receptivos y abiertos. Antes del golpe, estaban ocupados con muchas cosas. Ahora, son ellos los que piden capacitación". Tun también ofrece cursos de preparación para la persecución. Se asombra de cómo Dios ha transformado la ira mediante el perdón. "Es la mano del Señor la que actúa en los corazones de los cristianos", afirma.

Él pide a los socios de Puertas Abiertas que sigan de rodillas por el país: "Sigan orando por el país y oren por los cristianos de aquí. Mi oración es que un día, Min Aung Hlaing, el líder del golpe, también acepte a Jesús. Esa es mi esperanza y mi confianza, por eso oro".

Tun también está agradecido a las personas que les han ayudado durante los dos años transcurridos desde el golpe. "Muchas gracias por su apoyo financiero y en oración. Que Dios los bendiga cien veces más. Que el Señor los recompense ricamente. Gracias a sus oraciones seguimos vivos".

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