Puertas Abiertas • 2 oct. 2023
Después de colocar cajas de Biblias en su coche, Ming toma una serie de precauciones para que no se rastree su ubicación (foto representativa)
En un callejón oscuro, Ming* mete pesadas cajas en el maletero de su coche. Sabe que a las autoridades de China no les gustará el contenido de las cajas y que, si lo descubren, será detenido y probablemente encarcelado. Saca el teléfono móvil y escribe a sus contactos: "Voy de camino a la antigua casa". Luego apaga el celular y quita el chip para que no se pueda localizar su paradero.
Incluso en los mensajes de texto, Ming es cuidadoso. "El viejo lugar" es un código. En la región de la que procede Ming, los celulares de los ciudadanos son vigilados y las aplicaciones de las redes sociales muy controladas. Cualquier palabra equivocada podría costarle la libertad que aún conserva.
Lo que hace podría ser considerado delito por las autoridades. Pero lo que lleva en su coche no es peligroso ni destruirá vidas. Su "carga criminal" son Biblias. Y su misión es distribuir la palabra de Dios al mayor número posible de personas, de la forma más rápida y discreta posible. Ming sabe el peligro que corre y lo que le puede costar. Ya ha sido detenido por servir a Dios en esta zona, que está muy restringida.
Mira hacia atrás y no hay nadie en la calle. Nadie lo observa, salvo las cámaras que hay por todas partes en las calles chinas. Tras una revisar una última vez, se lleva la preciada carga por la noche.
Probando la fe de Ming
El camino de Ming hasta convertirse en un cristiano secreto en China no fue fácil. Viene de una parte de China donde incluso oír hablar del Evangelio puede ser difícil, ya que la comunidad que lo rodea tiene una fe diferente. En China, la persecución puede variar mucho de un lugar a otro. Con una extensión geográfica tan grande (del tamaño de Brasil y Bolivia juntos) y tantos grupos étnicos, seguir a Jesús puede estar permitido en una zona y totalmente prohibido en otra.
Ming vivía en una de las zonas más restringidas. La primera vez que se enfrentó a la persecución fue en su casa. "Acepté a Cristo cuando estaba en la universidad. Se lo conté a mi padre y esperé a que lo aceptara, pero no sólo no lo aceptó, sino que incluso me denunció a la policía. Quedé destrozado, pensando que no podríamos reconciliarnos". Después de aquello, Ming estuvo confinado en casa durante unos meses. Con el paso del tiempo, su padre le impidió asistir a la escuela local. Así que Ming se vio obligado a trasladarse a una ciudad del sur de China, donde empezó de cero. "Fue una pena que nunca terminara la universidad, pero era demasiado joven para asimilarlo todo en aquel momento", afirma.
Para un joven de su origen étnico, empezar de cero en una nueva ciudad podía ser extremadamente difícil. Sin embargo, el Señor bendijo su decisión. Con los años, Ming consiguió echar raíces en el nuevo lugar, donde se sentía más libre porque las restricciones de la comunidad y el gobierno no eran tan estrictas. Además, varias iglesias buenas le dieron la bienvenida.
Por aquel entonces, Ming se convirtió en empresario y tenía unos buenos ingresos, mucho más de lo que cabría esperar de alguien de su etnia. También se enamoró y se casó con una joven, Hua*. Construyeron una casa y tuvieron una hija, Mei Mei*. En la iglesia, Ming profundizó su fe en Jesús. "Allí aprendí mucho sobre Cristo y sobre lo bueno que es Dios. Aprender sobre Jesús me hizo darme cuenta de que mis amigos y la comunidad de mi ciudad natal también lo necesitaban", comparte.
El Señor tocó a Ming y puso una carga en su corazón: "Vuelve a tu ciudad natal. Háblale a la gente de mí". Ming obedeció. Renunció a todo lo que tenía y regresó a su hogar: la ciudad con todas las restricciones, donde las autoridades gobiernan con puño de hierro y los vecinos se espían unos a otros. Obedeciendo, Ming volvió a un lugar vulnerable donde todos sus movimientos eran vigilados, catalogados y archivados para ser utilizados en su contra si era necesario.
Aún bajo vigilancia
El negocio de Ming se utilizaba como pantalla para la distribución de Biblias; cuando las autoridades lo descubrieron, perdió la empresa y fue detenido (foto representativa)
Ming no demoró en empezar a hacer nuevos contactos en su ciudad. Comenzó a dirigir en secreto pequeños grupos, reuniéndose con cristianos en lugares discretos para estudiar la palabra de Dios. Además, Ming creó una nueva empresa con un grupo de cristianos, un negocio que también servía de pantalla para distribuir Biblias.
El negocio se desarrolló durante un tiempo, hasta el día en que fue descubierto. Ming y sus compañeros de negocios fueron arrestados. A pesar de ello, fue milagrosamente liberado. Pero sus compañeros no corrieron la misma suerte. También perdieron el disfraz que tanto les había costado establecer. "Me absolvieron de todos los cargos, pero perdí mi empresa. Tenía sentimientos encontrados porque sabía que sería difícil librarme de la policía y tenía que vivir con más cuidado. También me sentí fatal por mis amigos. Aunque fue difícil de digerir, creo que era la voluntad de Dios que no todos permanecieran en prisión, para que uno de nosotros pudiera volver y limpiar el desastre", reflexiona Ming.
Incluso fuera de prisión, Ming seguía siendo vigilado y obligado a permanecer bajo el radar de las autoridades. Al salir de la cárcel, las autoridades se presentaban sin avisar y registraban su casa. Al principio, esto ocurría una vez cada dos o tres meses. Ahora, los registros ocurren una vez al año.
Además, la familia de Ming se vio obligada a vivir separada. Para protegerse, envió a su esposa y a su hija a casa de los padres de ella. "Estaba bajo el radar de las autoridades y necesitaba proteger a mi familia. Debido a mi fe en Jesús, mi suegro me impidió ver a mi esposa y a mi hija. Ahora presiona a mi esposa para que se divorcie de mí. Me dejó sin palabras, pero entiendo por qué. Mi esposa no dijo nada, porque mi suegro es el cabeza de familia. Es un hombre con mucha autoridad. Y yo tampoco quiero que ella y mi hija sufran".
Nadie en quien confiar
Las iglesias domesticas no se registran para no ser vigiladas por el gobierno. Sus miembros se reúnen en secreto, por lo que se consideran ilegales (foto representativa)
"Tengo que hacer amigos con cuidado e identificar a las personas adecuadas con las que compartir cosas. Como podrían ser espías que se hacen pasar por cristianos, tengo que estar alerta". Sin embargo, está agradecido al hermano Hao Ran*, un socio local de Puertas Abiertas que ha orado con él, lo ha discipulado y ha caminado con él a través de sus dificultades. "El hermano Hao Ran es digno de confianza. Es alguien con quien puedo compartir la vida. Me visita con regularidad y ha sido mi mentor durante años. Al menos dos veces al mes, oramos y estudiamos juntos la Biblia y caminamos en la fe. Compartimos momentos alegres y dolorosos. Hemos creado un vínculo de confianza y sé que estoy con un hermano que se preocupa por mí y que alimenta mi relación con Dios", afirma.
Poco a poco, Ming está aprendiendo a confiar de nuevo", dijo Hao Ran. "Ming es fuerte en la fe, pero puedo decir que está mentalmente agotado. Al principio, no confiaba en nadie, pero creo que el Espíritu Santo ha actuado en su corazón para que vuelva a confiar. Estoy muy agradecido por compartir la vida con él. Ahora está empezando a dirigir de nuevo un grupo pequeño".
Con tu apoyo, Ming sigue sirviendo a Dios en esta difícil región, a pesar de que el ambiente es cada vez más rígido. Debido a las restricciones, muchos cristianos secretos abandonan su fe en Jesús y vuelven a sus antiguas vidas. Ming sigue compartiendo la palabra de Dios para que su gente pueda conocer a Jesús, aun a riesgo de su libertad y de su propia vida. "Pase lo que pase, sé que esto es un permiso de nuestro padre celestial. Escuchémosle y sigámosle. Él guiará nuestros caminos", concluye Ming.
*Nombres modificados por motivos de seguridad.
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