Puertas Abiertas • 2 mar. 2023
Cuando el esposo de Hea-Woo fue ejecutado, ella tomó la decisión de continuar el servicio a Dios
Hea-Woo es la tercera generación de cristianos norcoreanos en su familia, a pesar de que su madre nunca oyó hablar de Jesús. En el país, los cristianos son vistos como espías del Sur; por lo tanto, si son descubiertos, toda la familia puede ser penalizada.
Tras la muerte del presidente Kim il-Sung, las raciones diarias de comida ya no se distribuían a la población y muchas personas comenzaron a morir de hambre; esto es lo que le ocurrió a una de las hijas de Hea-Woo. Antes de que esto sucediera, ella le dijo: "Tu padre y yo somos los culpables de que te ocurra esto", pero la hija respondió: "No te culpo a ti, sino al país. Aquí no hay esperanza. No mueras de hambre igual que yo. Vete de este lugar sin futuro". Esas fueron sus últimas palabras. La confianza de Hea-Woo en el gobierno se transformaba cada vez más en decepción.
Mira el siguiente video para conocer todos los detalles del testimonio de la cristiana.
"Pronunciar la palabra Jesús era una sentencia de muerte"
En 1996, el esposo de Hea-Woo huyó a China. Un año después, el servicio de seguridad informó a la familia de su fuga, lo que implicaba su devolución a Corea del Norte si los encontraban en el país vecino. Durante su permanencia en China, conoció a un misionero y comenzó a estudiar la Biblia con él. En ese país, sirvió como líder de alabanza en una iglesia a la que asistían principalmente norcoreanos. Sin embargo, fue denunciado por una persona y detenido antes de ser devuelto a Corea del Norte. Ya en prisión, comenzó a hablar de Jesús y a compartir comida con los presos. Aun sabiendo que pronunciar la palabra Jesús era sentencia de muerte, el cristiano compartió el evangelio y el amor de Jesús con los demás reclusos.
Depositando nuestra fe en Cristo
Un día, tras ser trasladado a una prisión norcoreana, sus hijos fueron a visitarlo a la cárcel. Como los guardias no paraban de entrar y salir, el esposo de Hea-Woo sacó la mano de su hijo de debajo de la mesa y escribió en su palma: "Cree en Jesús y ora a él. Siempre que estés desanimado, hambriento o triste, ora a Jesús. Él no es visible, pero escucha tu oración y la responderá. La única forma de sobrevivir en este país es creer en Jesús y orar a él". Esto llevó a la familia a poner su fe en Cristo y a comenzar a orar a Dios.
"He reconocido lo que es la verdad. La fe de mi esposo me ayudó a creer. Después, comenzamos a orar. No sabíamos mucho de la palabra de Dios, pero me di cuenta de que ni el dictador Kim il-Sung ni el Partido Comunista podían salvarnos, sólo la fe en Jesucristo. Puse mi confianza en Jesús y comencé a orar".
Firmes en la obra
Cuando el esposo de Hea-Woo fue ejecutado, ella tomó la decisión de continuar el servicio a Dios que él había iniciado y decidió huir también de Corea del Norte. Sin embargo, durante sus intentos, fue descubierta y devuelta. Primero, a una prisión mixta, donde fue interrogada y torturada durante muchos días. Una de las presas le dijo a los guardias que Hea-Woo predicaba la palabra de Dios día y noche. Ella fue torturada repetidas veces y en ocasiones temía perder el conocimiento y negar a Jesús.
Ella oró y el Señor le dio fuerzas para resistir. "Oí una voz que me decía: Piensa en el sufrimiento de Jesús en la cruz. Esas imágenes se hicieron muy claras en mi mente y me envolvieron". Mientras pensaba en el sufrimiento de Jesús, Hea-Woo no sintió dolor. La enviaron de vuelta a su celda y fue allí cuando oyó una voz desde lo alto que le decía: "Mi querida hija, hoy has caminado sobre las aguas". Las demás mujeres no notaban nada, pero Hea-Woo comprendió que Dios estaba con ella en todo momento.
Ella pasó por un total de 10 prisiones hasta que fue llevada a un campo de trabajos forzados. Entendió que debía hablar de Dios dentro del campo, pero no sabía cómo hacerlo. Dios le mostró a quién hablar y cómo proclamar la palabra. Como las personas podían morir en cualquier momento, recibieron positivamente el evangelio. Y fue así fue como Hea-Woo y los que iban aceptando a Jesús, comenzaron una iglesia secreta en el campo de trabajos forzados.
Así como esta valiente hermana, cientos de mujeres cristianas huyen a China en busca de un futuro y libertad para creer, seguir y servir a Jesús. Pero las barreras para conseguir este deseo son inmensas, con un proyecto especial, Puertas Abiertas cuida, discípula y fortalece a estas hermanas que tanto sufren por amor a Jesús. Visita nuestra página web y apoya esta campaña. Donando envías esperanza para las cristianas norcoreanas refugiadas en China.
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