LA PERSECUCIÓN
En Irán, aunque los cristianos de las comunidades tradicionales pueden practicar su fe, son considerados ciudadanos de segunda clase. Se les prohíbe celebrar cultos o leer la Biblia en farsi, el idioma local. Además, cualquier persona que sea sorprendida apoyando a cristianos de origen musulmán corre el riesgo de ser encarcelada.
El gobierno iraní ve la conversión al cristianismo como un intento de Occidente de socavar el régimen islámico. Por esta razón, los miembros de iglesias domésticas suelen ser acusados de cometer delitos contra la seguridad nacional y, como consecuencia, reciben largas condenas de prisión. En prisión, muchos cristianos sufren torturas y malos tratos, y aunque algunos son liberados, permanecen bajo vigilancia.
Conoce a Laleh
Laleh Saati es una cristiana iraní que fue bautizada mientras buscaba asilo en Malasia. Sin embargo, al regresar a Irán para visitar a sus padres ancianos, fue interrogada durante tres semanas. Su bautismo y sus actividades cristianas en Malasia fueron señaladas como pruebas de su “delito”. Después de siete años, fue detenida en la casa de su padre, acusada de “actuar contra la seguridad nacional” y llevada a la tristemente célebre prisión de Evin. Sus abogados le informaron que enfrentaba una condena de dos años de prisión, además de otros dos años de prohibición para salir del país.
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