La persecución en Asia Central
En los países de Asia Central (Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán), se estima que de los 80,5 millones de habitantes en la región, alrededor de 800,000 son sordos, es decir, aproximadamente el 1% de la población. En esta área, existe la creencia de que quienes nacen sin capacidad auditiva están malditos por Alá. Para muchas familias, tener un hijo sordo es sinónimo de vergüenza, por lo que suelen esconderlo, temiendo lo que dirá la comunidad.
La falta de escuelas y maestros especializados para niños sordos provoca que la mayoría no sepa leer ni escribir, y tenga poca o ninguna habilidad para usar la lengua de señas. Esto los lleva a la frustración, el aislamiento, y resulta en diversos problemas sociales, como la falta de empleo.
A pesar de este contexto, las personas sordas en Asia Central están siendo transformadas. ¿El motivo? Han encontrado la fe en Jesús y decidieron compartir esa esperanza. Aquellos que antes eran aislados, rechazados y maltratados, ahora son aceptados y cuidados. Sin embargo, cuando una persona sorda se convierte al cristianismo, su situación se complica, ya que se vuelve doblemente vulnerable: por su discapacidad y por su religión.
Conoce a Lola
Lola (seudónimo) no nació sorda, pero una lesión en la cabeza afectó su habla y audición. Su familia comenzó a creer que estaba maldita, por lo que la ignoraban debido a la vergüenza. Estaba en un momento muy difícil cuando escuchó a un evangelista hablar de Jesús.
Desde que perdió la audición, fue rechazada y abandonada, pero en la iglesia fue aceptada. "Cuando decidí seguir a Cristo, comparé la vida de mis familiares con la de quienes creían en Jesús. Al ver la diferencia, elegí a Jesús", explica. Al estar casada con un musulmán, tenía que tener cuidado para que él no descubriera su conversión. Sin embargo, a pesar de su precaución, su esposo se enteró. "Me agredió mucho y ya no pude ir a la iglesia. Era como si tuviera que continuar mi vida sin Dios. Después de algunos años, le dije que quería volver a la iglesia y me golpeó mucho". A pesar de eso, Lola perseveró. Cuando su esposo vio la transformación en su vida, las cosas empezaron a cambiar. "Se dio cuenta de que yo creía en un Dios poderoso y que tomé una buena decisión. Entonces me permitió ir a la iglesia", cuenta.
Al encontrar un pequeño grupo de mujeres cristianas sordas, Lola aprendió nuevas habilidades, incluyendo la lengua de señas y a leer y escribir. "También aprendimos habilidades que nos ayudan a ganar dinero", dice Lola. Además de los recursos ofrecidos para mejorar la vida de las personas sordas, otro aspecto restaurador es cómo esto cambia su percepción de sí mismas. "Esto ayuda a que las personas sordas se vean de manera diferente a como la sociedad las percibe, no como personas enfermas. No puedo imaginar mi vida sin la comunidad sorda", concluye.
Ayuda a cristianos sordos como Lola en Asia Central para que sean alfabetizados y aprendan la lengua de señas, lo que les permitirá mejorar su comunicación y, en consecuencia, su calidad de vida.
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