Sobreviví a un campo de prisioneros de Corea del Norte

Puertas Abiertas • 9 may. 2022


Espero que entiendas por mi historia del grande regalo que es la libertad y la democracia que recibiste. Atesoro ese don más que la vida misma (Foto representativa utilizada por seguridad)

Espero que entiendas por mi historia del grande regalo que es la libertad y la democracia que recibiste. Atesoro ese don más que la vida misma (Foto representativa utilizada por seguridad)

Hace poco alguien me hizo esta pregunta: ¿Cómo es tener libertad para vivir una vida cristiana abierta?. Esta pregunta, aparentemente fácil, me llevó de vuelta al centro de detención de Corea del Norte donde casi muero hace 14 años. Aquel entonces sólo tenía quince años. Me arrestaron por intentar escapar del país.

Aunque ahora soy feliz y libre, mi vida ha sido dura y oscura. He enterrado muchos recuerdos, aunque algunos vuelven inevitablemente. Hace unas semanas, estaba investigando sobre los gulags norcoreanos ( Gulag era un sistema de campos de concentración en la Unión Soviética donde los presos políticos sufrían violencia, tortura y abusos de todo tipo, además de ser obligados a trabajar en condiciones infrahumanas) y de repente, me encontré de nuevo en el centro de detención de Corea del Norte. Esa noche, cuando me acosté en mi país libre, no pude cerrar los ojos, temiendo lo que vería.

Pero los oí

Oí a los otros presos gritar y llorar. Las cárceles de Corea del Norte no son silenciosas, en absoluto. Escribir sobre este tema es difícil, pero quiero que sepan cómo es.

Prisión en la frontera de Corea del Norte en Dandong

En mi celda había cincuenta personas hacinadas. Los guardias nos obligaron a sentarnos en el suelo todo el tiempo. Estábamos espalda con espalda. Otro recluso detrás de mí murió durante la noche. ¿Causa de la muerte? ¿Tortura? ¿Inanición? ¿Enfermedad? ¿Falta de atención médica? ¿Todo lo anterior?

Dos policías vinieron y lo arrastraron como quien arrastra a un animal muerto. Los prisioneros no son humanos en Corea del Norte.

Cuando era joven, vi mucha muerte en las calles. Muchos murieron de hambre y fueron abandonados a la intemperie. A los 15 años, cuando estaba en una celda de una prisión norcoreana, el preso que estaba detrás de mí murió, fue una experiencia nueva e impactante.

Me sentí abrumado por el miedo. Miedo a la muerte. Miedo a ser arrastrado como el otro prisionero

Había cientos de prisioneros como yo en este centro de detención de inteligencia. Eso significa que todos los prisioneros como yo fueron detenidos en China o de camino a China. Los guardias necesitaban interrogarnos para poder determinar nuestra condena. Incluso antes de mi detención, había visto muchas tragedias.

Una vez me obligaron a presenciar una ejecución pública. Cuando los soldados terminaron, corrí a recoger los cartuchos vacíos. Más tarde, me sentí avergonzado de mí mismo.

¿Por qué comparto todo esto?

Porque tienen que saber de dónde vengo para entender lo mucho que valoro la libertad. Salí de la cárcel después de haber estado a punto de morir por la tortura. Fue un milagro. Dios utilizó a un guardia para liberarme. Finalmente, huí por segunda vez a China y esta vez, a pesar de muchos obstáculos y peligros, llegué a Corea del Sur sano y salvo. Ahora vivo en el Reino Unido y puedo estudiar y trabajar en una sociedad libre y democrática.

En Corea del Norte, la libertad era un concepto, una idea. Aquí la libertad es mi vida cotidiana. Puedo ir a la iglesia sin que me detengan. Puedo leer la Biblia y no temer a los espías. Puedo orar, cantar y adorar, sabiendo que Dios y los demás pueden oírme. No tengo miedo.

En la frontera de Corea del Norte y China

Pero la libertad es aún mayor. Tengo la libertad de expresarme como quiera. ¿Y qué decir libertad de oportunidades? En Corea del Norte, el Estado decide todo por ti. Pero aquí tenemos la posibilidad de encontrar y crear oportunidades.

De estos principios surgen los dones de la libertad: constituciones democráticas, libre tráfico económico, actividades políticas y sociales.

Espero que entiendas por mi historia del grande regalo que es la libertad y la democracia que recibiste. Atesoro ese don más que la vida misma. Dios me salvó de Corea del Norte y me dio ese regalo. No me lo voy a quedar para mí.

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