Hermano Andrés: la diferencia que hace una Biblia

El fundador de Puertas Abiertas, el Hermano Andrés, inició la misión de llevar Biblias a países cerrados al evangelio en 1955. Muchas de estas experiencias son contadas en su libro, el ‘Contrabandista de Dios’. Una vez, cuando estaba en Rusia, el último domingo antes de salir del país, el Hermano Andrés y Hans, que lo acompañaban, fueron a una iglesia baptista en un pueblo ucraniano, no lejos de la frontera húngara.

Las alabanzas eran animadas y las oraciones fervorosas, pero cuando llegó el momento del sermón, el pastor hizo algo extraño. Bajó de la plataforma, pidió prestado un libro a alguien de la congregación y lo llevó al púlpito. ¡Era la Biblia! El Hermano Andrés había escuchado que había ministros en Rusia que no tenían sus propias Biblias, pero esta era la primera vez que lo veía con sus propios ojos.

Después del servicio, el pastor los invitó a una visita rápida a su oficina junto con los ancianos. Hablaron sobre la segunda venida de Cristo, el tema teológico más popular en Rusia. “Saqué mi Biblia holandesa de mi bolsillo y seguí las referencias que me dio. Cuando terminé, la puse sobre la mesa”, dijo el Hermano Andrés.

Casi al instante, el pastor perdió interés en la conversación. ¡Su mente fue tomada por la Biblia! La recogió, la sopesó en su mano, la abrió lentamente, miró las palabras que no entendía en holandés y después la cerró. Luego la volvió a colocar sobre la mesa, con mucha precisión y cuidado. A seguir, pasó lentamente el dedo por el borde de la Biblia hasta que quedó al ras de la mesa.

Una Biblia para llamar de ‘suya’ 

En una voz distante, hablando más para sí mismo, dijo: "Sabes, hermano, no tengo una Biblia". El Hermano Andrés compartió que su corazón estaba completamente partido al oír esto. Después de todo, aquí estaba un hombre importante, el líder espiritual de mil almas, que no tenía su propio ejemplar de la Biblia. Todas las Biblias que él llevaba consigo ya habían sido distribuidas. Entonces el Hermano Andrés recordó una pequeña Biblia de bolsillo en ucraniano que había llevado.

Y entonces, gritó: “¡Espera!”, saltando de su silla. Corrió hacia el auto, agarró la pequeña Biblia de debajo del asiento y volvió corriendo a la oficina. "¡Aquí! Esta es para ti. Para guardar”, dijo el Hermano Andrés poniendo la Biblia en la mano del pastor. El traductor repitió las palabras, pero el pastor seguía sin entender.

¿De quién es?, preguntó el pastor. "¡Es suya! Para guardar, para tener, para meditar”, respondió el Hermano Andrés. Cuando se fueron ese día, estaban doloridos por los abrazos que recibieron de ese grupo de ancianos, pues ahora su pastor tenía su propia Biblia. Una Biblia que no necesitaba ser devuelta al final del servicio. Una Biblia para recoger cuando quieras. Una Biblia para leer y amar.


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