Golpe de Estado en Myanmar: el impacto para los jóvenes

Conoce la historia de supervivencia y esperanza de Ko Aung, un joven cristiano, en medio del golpe militar de Myanmar

Puertas Abiertas • 3 feb. 2023


A pesar de los problemas por la pandemia y el golpe militar, la esperanza de Ko Aung de que lleguen días mejores está en el Señor.

A pesar de los problemas por la pandemia y el golpe militar, la esperanza de Ko Aung de que lleguen días mejores está en el Señor.

Ko Aung procede de una familia budista y vivía en una comunidad mayoritariamente budista de Myanmar. Al llegar a la edad adulta, se fue a trabajar a un pueblo cercano, pero se enfrentó a dificultades. Allí conoció a cristianos que le permitieron vivir con ellos. "Al principio, negué el Evangelio. Al final, por el amor de Jesús, lo acepté como mi salvador", nos cuenta. Al aceptar a Jesús, su vida cambió.

El joven siguió trabajando en la ciudad hasta que estalló la pandemia en 2020. Debido al bloqueo y las restricciones en la ciudad, se marchó a su ciudad natal. Por el camino, se encontró con una comunidad de cristianos tribales. Asistía a los servicios y pasaba tiempo con los jóvenes cristianos. "Como toda nuestra comunidad y los miembros de mi familia son budistas, no hay iglesias en el pueblo. Cuando quería asistir al culto o tener contacto con cristianos tenía que ir a la iglesia de los pueblos cristianos cercanos a la ciudad", explica.

Ko Aung siguió trabajando a distancia desde casa y ayudando a sus colegas. "Cuando empezó la pandemia, las carreteras que conectan la ciudad con los pueblos estaban bloqueadas y el transporte se volvió un tanto difícil. Los cristianos étnicos no podían vender sus productos agrícolas, por lo que les resultaba más difícil conseguir alimentos y sobrevivir."

Cuando Ko Aung vio la necesidad de los cristianos, pidió ayuda a la comunidad cristiana y los ayudó. Además, con la ayuda de los socios de Puertas Abiertas, el joven incluso llevó medicamentos a la comunidad durante la pandemia. No obstante, al igual que otros jóvenes de Myanmar, también se enfrentaba a dificultades, pero confiaba en que pasarían. Mientras tanto, las cosas empeoraron.

La vida durante el golpe de Estado


Tras el golpe, los jóvenes salieron a la calle para exigir democracia en protestas pacíficas

A la pandemia le siguió el golpe militar, que tuvo lugar el 2 de febrero de 2021. Con ello, las esperanzas de Ko Aung de un futuro mejor se desvanecieron. Trabajaba desde casa como cualquier joven trabajador. "Durante el periodo COVID-19, me mantuve en contacto con el grupo cristiano étnico de la zona. Al cabo de un tiempo, se produjo el golpe militar. Sin embargo, a partir de ese momento, los militares vieron a los jóvenes como sospechosos. Teníamos la sensación de que nos vigilaban de cerca con cada movimiento", afirma.

Los jóvenes se reunieron para protestar pacíficamente en las calles exigiendo democracia, pero las protestas pronto se convirtieron en represiones violentas y agitaron a todo el país. Muchos jóvenes huyeron a las montañas por miedo a ser detenidos por los militares.

Como Ko Aung tenía amistad con cristianos, esto levantó aún más sospechas entre los simpatizantes de los militares. "Los pro-militares sospechaban que yo apoyaba a los grupos armados étnicos y a las fuerzas anti-militares. Además, mi trabajo consiste en ayudar a los demás con sus computadoras y brindarles apoyo en línea. Cuando algunas personas vinieron a mi casa preguntando por mí, se enteraron de que trabajaba desde mi habitación", dice.

Los vecinos empezaron a sospechar, pensando que Ko Aung apoyaba a grupos de resistencia antimilitar. "Sospechaban de mí porque iba a lugares donde vivían personas de etnia cristiana". Para los aldeanos, el joven -que antes era budista y ahora era amigo de los cristianos- se convirtió en algo espantoso e inaceptable. A raíz de ello, crecieron las sospechas y lo incluyeron en una lista de sospechosos, acusándolo de ser antimilitar.

Los militares recogían a chicos jóvenes y los golpeaban, los trataban como delincuentes, les hacían falsas acusaciones y los enviaban a prisión con cargos sin sentido.

Consecuencias del golpe de Estado


Además de abandonar su hogar, Ko Aung ha visto suspendidas sus cuentas bancarias por reunirse con cristianos étnicos

"Cuando los soldados acamparon cerca del pueblo, yo, que estaba en la lista de sospechosos, decidí dejar de vivir en mi casa. Me escapé y me escondí en los bosques en dos o tres ocasiones". Cada vez que venía el ejército, a Ko Aung le resultaba más incómodo huir y esconderse, ya que las visitas se hacían frecuentes e impredecibles. "En el pueblo todos se conocen bien, ya que es pequeño, y sospechaban que yo apoyaba a las Fuerzas de Defensa del Pueblo (FDP, por sus siglas en inglés). Así que decidí quedarme con unos parientes en un lugar seguro".

Los cristianos que Ko Aung visitó también se vieron afectados por el conflicto. Ya no estaban seguros en sus pueblos y también salían a esconderse al bosque cuando llegaban los soldados. Además, se convirtieron en víctimas de la guerra civil, al ser acusados injustamente de apoyar a grupos antimilitares. Ya no podían vivir en sus casas, sembrar cosechas ni obtener ingresos.

Además, los militares continuaron las operaciones de detención de jóvenes. Ko Aung, etiquetado ahora como partidario de grupos antimilitares, empezó a enfrentarse a otras consecuencias. "Empezó con la suspensión de mis cuentas bancarias en línea. En aquel momento, la cuenta de ahorros y la transferencia directa de dinero seguían funcionando. Sin embargo, un mes después, mi jefe intentó transferir dinero a mi cuenta, pero descubrió que también había sido suspendida".

Además, su Tarjeta de Identidad de Registro (NRC, por sus siglas en inglés) estaba marcada, lo que no le permitía recibir ni transferir dinero. En otras palabras, todas las transacciones estaban bloqueadas. Esto significa que Ko Aung ya no era considerado ciudadano de Myanmar.

A pesar de todo, Ko Aung espera volver a estar con su familia y ora por la paz: "Un día, cuando las cosas mejoren, quiero estar con mi familia, comer con ellos y ver la televisión juntos. Quiero abrazar a mis hermanos. Echo de menos mi hogar”. Incluso con la enorme distancia que lo separa de su familia y de su ciudad natal, todo parece más cercano gracias a su esperanza en Dios. Se consuela con esto: "Nuestro Dios es Emmanuel y está con nosotros siempre, en todo momento. Cuando estoy en un momento difícil, él me guía. Aunque me enfrente a dificultades, sufrimientos y penas, toda la comunidad cristiana sufre. Creo que Él tiene planes mejores para todos nosotros, así que sigo creyendo y sigo viviendo la vida". Ko Aung también ora por la comunidad cristiana étnica, con la esperanza de regresar allí algún día.

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