Puertas Abiertas • 29 sep. 2024
Los cristianos son vistos como enemigos por el gobierno norcoreano (foto representativa)
La insatisfacción de la población crece cada día en Corea del Norte, y como consecuencia, el régimen ejerce aún más presión para mantener el control. Entre los principales oprimidos por el gobierno están los cristianos, quienes constituyen un número aún indeterminado de los presos políticos en Corea del Norte.
Simon Lee* cuenta que “algunos cristianos son encarcelados por su fe en Jesús, otros logran mantener su fe en secreto durante algún tiempo. Pero la realidad es que, cuando se descubre a un seguidor de Jesús en Corea del Norte, los castigos son mucho más severos”.
El propio sistema penitenciario de Corea del Norte es confuso para los ciudadanos. Kim Jin-chul*, un refugiado norcoreano, relata que cuando era niño sabía muy poco sobre los campos de trabajo forzado. “El partido habla sobre los campos de prisioneros, todos saben que existen, pero la mayoría de los ciudadanos comunes no tiene idea de dónde están. A veces en la radio escuchábamos noticias de que ‘un espía fue capturado y llevado a un campo de trabajo forzado’, pero me sorprendió descubrir que uno de esos campos estaba cerca de mi pueblo”.
El misterio de los campos de trabajo forzado
Kim Jin-chul estaba admirando las montañas cuando, de repente, vio una cerca alta con un cartel que decía “Peligro. Esta es una cerca eléctrica. No la cruce”. Inmediatamente, comprendió que estaba frente a un campo de trabajo forzado. “No pude ver más allá de la cerca, porque tuve que huir rápidamente”.
Lo que sucede dentro de los campos de trabajo forzado también es un misterio. Solo los que trabajan en ellos o están encarcelados conocen la realidad, pero no pueden contárselo a nadie para no ser castigados. Además, no son muchos los que sobreviven y logran salir de los campos para contar lo que sucede allí dentro.
Chin-hwa*, un cristiano que logró sobrevivir al hambre y a los campos de trabajo en Corea del Norte, relata: “Cuando miro al pasado, muchas escenas de dolor pasan por mi mente. Mis padres eran cristianos secretos y fueron enviados a los campos de trabajo forzado bajo la acusación de ser una familia rebelde por su fe en Jesús. El simple hecho de que nuestra familia no negara su fe en Jesús fue la razón por la cual no podíamos vernos, hablar o ir a ningún lugar”, cuenta.
A pesar de los años de trabajo duro en los campos, el cristiano permaneció firme en Cristo. “Solo pudimos resistir porque las promesas de Dios estaban en nuestras mentes, penetraban en nuestro espíritu. Recordamos Malaquías 4:2, que dice que el sol de justicia se levantará sobre los que temen el nombre de Dios”, relata Chin-hwa.
Hoy, Chin-hwa vive escondido en una zona muy inhóspita, pero no pierde la alegría. “¿Qué puede ser más glorioso que la felicidad y la libertad que he experimentado todos los días después de tanto tiempo en las sombras del sufrimiento? Dios miró a su hijo en la oscuridad del dolor y me dio una gran oportunidad de experimentar el paraíso en la tierra antes de tiempo”, concluye el cristiano.
“La experiencia de Chin-hwa demuestra lo difícil que es la vida en los campos de trabajo forzado. ¿Quién en su sano juicio vería a Corea del Norte como un paraíso en la tierra? Solo alguien que ha estado en los campos de trabajo forzado durante décadas en condiciones infrahumanas”, concluye Simon Lee.
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