Puertas Abiertas • 24 abr. 2023
Conoce el pastor John, un exguerrillero colombiano que encontró a Jesús en la cárcel
La violación de derechos al interior de las cárceles es uno de los problemas fundamentales en los procesos penitenciarios en América Latina. En Colombia, los índices de sobrepoblación en algunas cárceles superan el 365%, muchos internos se ven privados de espacios de esparcimiento y de resocialización.
John* lo vivió en carne propia. Sus acciones provocaron su reclusión en cinco de los 138 establecimientos del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario de Colombia (INPEC). Aunque el objetivo de las prisiones es "reformar" a los presos, John afirma que su transformación no se produjo por su paso por la institución, sino por un auténtico cambio en su corazón.
Un pasado lleno de amargura
John nació en Tumaco, Nariño, tiene 30 años, y dice que por la gracia del Señor vive actualmente con su esposa y sus tres hijos.Y sí, por la gracia del Señor, porque sólo Él ha podido transformar el mal en bien. Suena un poco extraño decir que John, que ahora es pastor, formó parte de un grupo armado, pero es así.
En 2007 John tenía sólo 16 años y decidió unirse al grupo paramilitar llamado Águilas Negras. Fueron varias las razones que lo llevaron a tomar esta decisión, pero entre algunas de estas razones están: "Primero que todo, el odio... Lo principal que me llevó a unirme a los grupos armados, a la delincuencia, fue el deseo de venganza". Este deseo de venganza fue alimentado durante años por la pérdida de su padre: "...Nunca conocí a mi padre, sólo oí que lo habían matado... Así que, desde que era niño escuchaba historias sobre mi padre, sobre cómo lo mataron y todo eso me llenaba el corazón de odio".
En una guerra interna de más de 50 años que ha dejado miles de muertos inocentes en territorio nacional, muchos niños que han perdido a sus seres queridos, al igual que Jonh en su momento, ven en los grupos armados una oportunidad: "Yo vi la opción de tener un apoyo... sí, un apoyo más fuerte para vengarme, y era uniéndome a los grupos armados para tener más poder. ¿No?", dice.
En su pueblo natal, se unió a las Águilas Negras como un "trabajador normal". ¿Sus tareas? Cometer asesinatos, extorsionar gente y crear estrategias de ruta, entre otras tareas que para él eran completamente normales en ese momento. Debido a su buen desempeño y a que se ganó la confianza de los líderes de ese grupo, fue nombrado comandante del barrio, hecho que no pudo celebrar por mucho tiempo, pues casi de inmediato, fue llevado a prisión por primera vez. En este caso, el motivo por el que fue detenido fue por porte ilegal de armas, y aunque legalmente sus acciones merecían un tiempo mayor entre rejas, esa primera vez estuvo privado de su libertad durante 22 meses.
Después de casi 670 días en la cárcel, se sorprendió cuando salió de prisión y se dio cuenta de que dos bandos opuestos, las Águilas Negras y la Columna Móvil Daniel Aldana de la guerrilla de las FARC, habían formado una alianza: "Había una alianza porque la guerrilla, las FARC, operaban alrededor de Tumaco, Mejicano, Río Chagüí, Rosario, toda la zona rural. Y los paramilitares operaban en la ciudad y en el puerto de Tumaco. La guerrilla necesitaba apoderarse y fortalecerse para manipular el comercio de Tumaco... Entonces, necesitaban gente. Fue entonces cuando buscaron la forma de aliarse y de alguna manera contactaron a Mario Lata, el jefe de las Águilas Negras de Tumaco", cuenta John.
Dice que cuando salió de la cárcel, dejó de ser comandante del barrio y se convirtió en el comandante de toda la ciudad de Tumaco y de todo el puerto. "Yo era el encargado de las extorsiones y de los homicidios. Sí, después fui la mano derecha de Mario Lata, e hicimos muchas cosas por las que algunos me llevaron a la cárcel otra vez...".
Te preguntarás entonces cuál es el cambio de opinión del que hablábamos al principio. Pues bien, hablemos ahora de esa parte de su historia.
Enfrentando la persecución
En primera instancia, llegó a la prisión de bucheli en Tumaco. Estaba avergonzado porque sus guardaespaldas y muchos de sus subordinados también estaban presos allí. Había sido un hombre muy sanguinario que odiaba a los cristianos, llegó a afirmar John: "Yo era muy temido en la región, y me gané el respeto, creo que por mi agresividad o por mi forma de cometer homicidios, porque delante de la gente cometía homicidios y después lamía la sangre... Y llegó un momento en que todos los días quería cometer homicidio. Todos los días quería matar, quería hacer masacres".
"Estuve fuera unos meses trabajando, como ya he dicho, y luego volví. Volví a la cárcel, y pasé cinco años en prisión", pero esta vez un cambio definitivo quedaría grabado en su corazón para siempre.
Una vez más Dios convirtió el mal en bien, pues cuando quiso escapar de la cárcel de Tumaco, fue trasladado a la cárcel de Popayán. Fue allí donde su vida empezó a cambiar. La cárcel de San Isidro fue el lugar que Dios había predestinado para que Jonh encontrara a Jesús, gracias a la labor de algunos misioneros que prestaban sus servicios en las cárceles. Así comenzó este difícil pero maravilloso proceso de transformación, porque antes odiaba a los cristianos, los calumniaba y hasta quería matarlos: "Los veíamos como una amenaza rival, como ladrones, como aprovechados, como mentirosos. Por eso, siempre buscábamos la manera de atacarlos", sin embargo, dice: "...de alguna manera, creo que por las oraciones de algunas personas o por la misericordia de Dios, empecé a sentir dentro de mi corazón una sed y no sé cómo explicarlo...".
Estuvo preso en cinco cárceles: Tuquerres, Tumaco, Palmira, Cali, y la que fue instrumento de Dios para transformar su vida, Popayán. Debido a esto, John tiene la experiencia necesaria para decir esto: "ser cristiano es muy difícil porque te miran como dice la Escritura: el vil, el inútil, el desvalido". En las cárceles colombianas es común escuchar hablar de los cristianos: "Podemos robarles, podemos golpearlos, podemos humillarlos, podemos hacer lo que queramos con ellos y no se van a resistir".
Difundir el Evangelio, o simplemente ser cristiano en una prisión es una amenaza, dice John: "Tenemos que enfrentarnos a traficantes que tienen el control de las drogas dentro de las cárceles. Para ellos no es nada agradable ver que de repente hay alguien predicando a Cristo dentro de la cárcel, porque si dos drogadictos se convierten a Cristo, el narcotraficante pierde dinero". John ha sido testigo de cómo los criminales que mantienen el control dentro de las cárceles buscan perpetuar su poder, y para ello necesitan tener a gente que puedan controlar. Los cristianos dentro de las prisiones se mantienen alejados del mal que allí ocurre, y al no seguir el comportamiento común dentro de estas instituciones, son vistos como enemigos, y se convierten en objetivos.
Vivir para el bienestar de otros
Cuando John empezó a seguir a Cristo, muchos no creían en él, ni siquiera los que oraban por su conversión. Su primo, que es cristiano y lo visitó algunas veces para predicarle sobre Dios cuando estaba preso en Tumaco, tuvo que visitarlo en la cárcel de Popayán para convencerse del cambio en su vida. John sabe que es difícil creer que un cambio así pueda suceder, pero hoy, después de casi cinco años desde su salida de la cárcel, las personas a su alrededor lo han visto llevar y vivir el evangelio, han visto una vida verdaderamente transformados por Jesucristo. John dice que "Para el Señor todo es posible. Amén. Todo es posible. Y hoy sirvo al Señor!".
John no se quedó de brazos cruzados ante la necesidad del evangelio, sino que respondió al llamado del Señor para servirle. "Dios me capacitó dentro de la cárcel. Los misioneros vinieron y nos enseñaron. Primero, nos dieron formación sobre liderazgo. Y luego nos dieron una formación sobre teología".
Sin tener familia ni bienes materiales en ese momento, siguió el llamado de quedarse en Popayán para servir al Señor, y para ello recibió ayuda de quien menos esperaba. Un hombre que estaba preso con él le abrió las puertas de su casa para quedarse e iniciar algunas reuniones. Luego una hermana de la iglesia le ofreció un lugar. Pero la ayuda que más le sorprendió vino de uno de los guardias que le había conocido en la cárcel: "Se enteró de que iba a abrir una iglesia y me dijo te voy a apoyar, y me dio dinero para pagar el alquiler del primer mes".
De una vida de persecución a los cristianos, pasó a ser perseguido en la cárcel por ser cristiano. Hoy dice: "Para mí Jesucristo lo es todo, es más que la vida. No hay palabras para describir la grandeza de Jesús. Creo que no hay poeta en la tierra que pueda inventar el poema más brillante para expresar la grandeza de Jesús".
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