Puertas Abiertas • 20 mar. 2023
El cristiano de origen musulmán Samil fue expulsado de su casa tras aceptar a Jesús
La opresión islámica es un tipo de persecución en la que las comunidades y familias cristianas se ven sometidas al dominio islámico. Esta opresión puede tener lugar de forma moderada, a través de la presión psicológica y la humillación, o puede implicar ataques violentos por parte de grupos extremistas.
Es importante destacar que no todos los musulmanes tienen una relación hostil con los cristianos. Muchos saben convivir respetuosamente. Sin embargo, así como hay quienes respetan, hay muchos extremistas que creen que la religión musulmana debe imponerse a cualquier precio.
Expulsado
Samil (seudónimo) vive en un país de Asia Central cuyo nombre no puede citarse. Nació en un hogar musulmán y seguía fielmente las tradiciones islámicas. Pero en 2007, mientras participaba de un club de fútbol organizado por la iglesia local, tomó la decisión de seguir a Jesús.
Como muchos cristianos de países de mayoría musulmana, sufrió la opresión islámica. Su familia y el mulá (líder espiritual islámico) no aceptaron su conversión al cristianismo y lo sometieron a una intensa presión. Un mulá llegó a afirmar que Samil se había convertido al cristianismo porque había recibido dinero de la iglesia y lo acusó de traidor.
El joven comenzó a sentir miedo de compartir su fe en Jesús y se sentía constantemente vigilado y en peligro. Cuando Samil se comprometió con una mujer cristiana, aquello fue la gota que colmó el vaso. Su padre lo expulsó de casa. "Mi padre se enfureció y me golpeó. En medio de la noche me echó de casa. Yo vagaba por las calles sin saber adónde ir", cuenta.
La fuerza de Samil
Durante este período, conoció a socios de Puertas Abiertas que le enseñaron a defender su fe en Jesús frente a la oposición y a presentar la fe con sabiduría a la comunidad local. "Comprendí que no nacemos musulmanes. Podemos elegir", afirma.
"Mi hermana ya no habla conmigo y cada palabra que me dirige mi padre está llena de ira. Es muy difícil soportar la persecución sin el apoyo de la familia. Hoy veo lo mucho que Dios ha hecho por mí. Mi esposa es un don maravilloso que el Señor me ha dado. Tenemos una hija y otro bebé en camino. Dios cambió mi actitud ante la persecución. Antes era difícil amar a los que me odiaban y me hacían daño. Pero ahora puedo bendecirlos y orar por ellos", testifica el cristiano.
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