La persecución en Afganistán
En algunos países, los cristianos enfrentan una elección difícil: vivir su fe de forma secreta o ser atacados, abusados ??e incluso asesinados. Deben ocultar su identidad o convertirse en un blanco fácil, al ser amenazados por su propia familia y comunidad. A pesar de sus diferentes historias y contextos, comparten la misma realidad: viven su fe solos o con un pequeño grupo de personas. También tienen pocas oportunidades de conocer a otros cristianos.
Esta es la realidad en Afganistán, país que ocupa el décimo lugar en la Lista Mundial de la Persecución 2024, un ranking anual de los 50 países donde es más difícil ser cristiano. Las altas clasificaciones del país en la última década reflejan la falta de libertad de los ciudadanos para practicar abiertamente cualquier religión que no sea el Islam. Esto ya era una realidad antes de que los talibanes tomaran el poder en 2021, pero ahora la situación ha empeorado. Aunque el grupo extremista prometió a los ciudadanos un gobierno más moderado respecto al establecido en los años 90, en los últimos tres años se ha aplicado un sistema aún más estricto, que afecta principalmente a las mujeres.
Conoce a Khada
Khada (seudónimo) conoció a Cristo después de recibir una Biblia de su jefe, con quien había desarrollado una gran amistad. Durante seis meses, ella y su esposo leyeron juntos el Antiguo y el Nuevo Testamento y quedaron asombrados por lo que descubrieron. Entonces la pareja decidió entregar su vida a Jesús y ser bautizados.
Estaban tan felices que quisieron compartir sobre su relación con Dios. De esta manera, muchos de sus familiares también se convirtieron. A pesar de los riesgos, las cosas pintaban bien. Sin embargo, una noche todo cambió. “Mi marido desapareció después de visitar un grupo de estudio. Después de dos días, fue encontrado muerto con signos de tortura. Fue una experiencia tan traumática que entré en coma. Cuando recobré la conciencia, se llevaban a mi marido para enterrarlo”, explica Khada.
Hasta el día de hoy, la cristiana no sabe quién lo mató, y probablemente nunca lo sabrá. A través de la comunidad de fe y la ayuda de Dios, Khada redescubrió la alegría después de la muerte de su marido. “A pesar de los desafíos, encontré alegría en la vida sin él, apoyada por mis hermanos y hermanas en la fe”, dijo.
Ayuda a cristianos como Khada en Afganistán a seguir haciendo brillar la luz de Cristo, incluso en medio de las dificultades.
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