Una prisionera del Boko Haram encuentra amor en Jesús

Esther fue secuestrada por el Boko Haram a los 16 años, se quedó embarazada y tiene una hija que muchos llaman "bebé del Boko Haram"

Puertas Abiertas • 10 mar. 2019


Esther cuenta su historia. Somos edificados por su ejemplo de superación

Esther cuenta su historia. Somos edificados por su ejemplo de superación

La joven Esther, ahora con 20 años, es de Gwoza, estado de Borno, en Nigeria. Ella fue secuestrada por el Boko Haram en 2014 y se quedó cautiva por más de tres años. Durante el tiempo en cautiverio, pasó por experiencias traumáticas, como abuso sexual, maltrato psicológico y ver a las personas de su entorno siendo asesinadas. Ella logró escapar y, después de tres días, fue encontrada por fuerzas del ejército. Pero eso no trajo la libertad que ella esperaba, pues ella fue mantenida en una condición de "semi-prisión" hasta que un médico cristiano logró conectarla con su familia. En un reciente evento de consejería post-trauma, pudimos escuchar a Esther y entender mejor cómo todo sucedió.

El Boko Haram estaba atacando aldeas vecinas, los habitantes de Gwoza dormían en cuevas y sólo iban a sus casas para cocinar. Esther estaba enferma y con fiebre. Un día, sintiéndose un poco mejor, decidió ir al pueblo para buscar comida. Pero cuando llegó al mercado, la fiebre comenzó a volver, ella se quedó con mareos y durmió allí mismo donde estaba. "Yo soñé que oía tiros en todas partes, pero cuando abrí los ojos, me di cuenta de que era real. Vi gente corriendo. Cuando conseguí levantarme, traté de huir también, pero tropezaba por todas partes, pues estaba muy débil. Las balas volaban en todas direcciones y cuando algunas alcanzaron el suelo delante de mí, me bajé y me dejé en el suelo", recuerda. Esther fue capturada junto a otras mujeres. Los agresores separaron a las musulmanas de las cristianas y comenzaron a caminar hacia el bosque de Sambisa.

Esclava y “esposa” del Boko Haram

Todas las mujeres fueron colocadas en fila y divididas entre los hombres para ser sus esposas. Las que se negaban serían vendidas como esclavas. "No quería casarme y pensé que sería mejor ser esclava. Entonces me pusieron en un coche y me llevaron a la casa de uno de los líderes del grupo para trabajar para él, sus cuatro esposas e hijos. Yo lavaba la ropa y la vajilla, también cocinaba, hacía de todo", recuerda la joven.

Pero las esposas del líder comenzaron a quedarse con celos de Esther por ser joven y bonita. La solución encontrada fue casarla con otro líder que ya tenía otras tres mujeres. Debido al abuso sexual e intimidación que enfrentaba, Esther tuvo crisis de fe y de autoestima. Ella explica: "Cada día que pasaba, me odiaba más y más. Yo sentía que Dios me había abandonado y estaba enojada con Él. Aun así, no podía negarlo. Entonces comenzaba a recordar sus promesas, su Palabra y sabía que Él nunca iba a dejarme".

En 2015, los conflictos entre facciones del Boko Haram se intensificaron y el "marido" de Esther, que era uno de los líderes del grupo, decidió quedarse con el Estado Islámico de la Provincia del Oeste de África y fue a Camerún, llevando a sus cuatro mujeres. Durante los conflictos, él fue asesinado. Las cuatro mujeres, entonces, decidieron huir juntas. "Caminamos en el bosque por tres días sin comida, agua ni calzados. Estaba lloviendo y el agua llegaba a nuestras rodillas. "Yo estaba embarazada de siete meses", cuenta Esther.


Esther nos presenta a Rebecca, su hijita.

Fue allí donde estas cuatro valientes mujeres fueron halladas por oficiales del ejército y enviadas a un cuartel en Maiduguri. Pero fue otro "infierno en la tierra" para Esther, pues los que escaparon o fueron rescatados eran tratados como colaboradores de los terroristas en lugar de sobrevivientes. "Había cerca de 500 mujeres en una habitación. Yo era la única cristiana, todas las otras eran mujeres del Boko Haram. No tenía espacio para acostarse, teníamos que dormir de pie. El baño era inmundo. Y nos encerraron allí, era como una prisión. "Yo estaba muy enferma y empecé a expulsar sangre por la boca, nariz y oídos, hasta que me desmayé y fui llevada al hospital del cuartel", explica. Allí había un médico cristiano que Dios usó para cambiar las circunstancias de Esther, pues él reconoció por medio del nombre de ella, que era cristiana. El médico conocía al abuelo de Esther que vivía en Maiduguri. Entonces, ella fue reunida a su familia.

El regreso a casa

Al principio, los abuelos de Esther estaban felices de tenerla de vuelta, pero después los chismes de los vecinos hicieron que cambiar de idea. Al final, ella fue apoyada por el abuelo, pero no por la abuela. Ella fue ayudada por la hermana y la iglesia. Pero la comunidad en Maiduguri la menospreciarla e insultaba de forma cruel, con palabras brutales en relación al bebé, su hijita Rebecca.

Desde entonces, Esther ha participado de taller de consejería post-trauma realizados por Puertas Abiertas, lo que la ha ayudado a lidiar con su situación. Ella dice: "Aunque ellos se burlen de mi hija, no siento más dolor, porque sé que no es eso lo que mi bebé es". Al burlarse de Rebecca, los vecinos se refieren a ella como "bebé del Boko Haram". Esther también agradece porque pidió oraciones y consiguió pasar en sus exámenes finales en la escuela.


Artista inglesa pinta un retrato de Esther

A pesar de los problemas que aún enfrenta -por ejemplo, cuando Rebecca se enferma y no hay nadie para ayudar-, Esther se siente amada por Dios. "Yo sé que Dios me ama y no puedo describir todas las cosas buenas que él hizo por mí. ¡Él me ama tanto que siento como si fuera la persona que Dios más ama en el mundo! Gracias por estos talleres. Si yo no hubiera participado, creo que tendría serios problemas de salud. No tengo palabras para agradecer. Quiero que todos sepan que así como yo, aquí hay muchas mujeres que necesitan de una cura post-trauma, de consejería y discipulado. Si ustedes fueron bendecidos con recursos, por favor, ayúdennos y bendígannos”, concluye Esther.

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