Puertas Abiertas • 4 oct. 2020
En Nigeria, Ruth fue secuestrada por Boko Haram y tuvo dos hijos con un soldado extremista. Pero logró escapar y Dios restauró su vida.
El 23 de septiembre de 1999, los países participantes en la Conferencia de la Coalición Mundial contra la Trata de Mujeres eligieron la fecha como el Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Mujeres y Niños. La acción se inspiró en Argentina, que en 1913 promulgó la Ley de Palacios, creada para sancionar a quienes promueven o facilitan la prostitución y corrupción de menores. Esto motivó a otros países a proteger a la población, especialmente a mujeres y niños, contra la explotación sexual y la trata de personas.
A pesar de ser un crimen internacional, en muchos países la explotación sexual y la trata de mujeres y niños sigue siendo una herramienta de persecución contra los cristianos. Nigeria, por ejemplo, es un país que registra este tipo de actividad con frecuencia. Boko Haram , principal grupo extremista del país, a menudo secuestra a mujeres, y durante su cautiverio abusa de ellas. Hay muchos informes de mujeres que tuvieron "hijos de Boko Haram", incluso publicados por los medios internacionales.
Una historia de dolor y restauración.
La cristiana Ruth* fue secuestrada por el grupo extremista cuando tenía 14 años, durante una invasión a la aldea donde vivía en el estado de Adamawa. “El primer año fue un infierno. Cada día que regresaban de los ataques, los soldados de Boko Haram nos golpeaban y violaban. Todo mi cuerpo estaba cubierto de heridas y estaba muy delgada porque no nos dieron suficiente comida. Nos dijeron que negáramos a Cristo y nos convirtiéramos en musulmanes si queríamos ser más libres en el campo. Me negué a negar a Cristo y seguí llorando y orando para que Dios me rescatara”, testifica la cristiana.
Sin embargo, Ruth se cansó de esperar el alivio de la aflicción y decidió aceptar el Islam: “Mi decisión tomó parte de mi sufrimiento físico, pero aún así fue terrible. Cuando nos llevaron a hacer Salat (oración islámica), recite el Salmo 23 en mi corazón. Todavía quería creer que Jesús era mi buen pastor”. En 2017, la nigeriana logró escapar y regresar a la casa de sus padres, pero ahora llevaba consigo a un bebé en sus brazos llamado Samaila y otro en su vientre. “Mi padre empezó a tratarme como a una infiel por mi hijos. Él dijo: No quiero verte ni a ti ni a esos niños. Esas palabras me rompieron el corazón”, recuerda Ruth.
En el mismo año, la cristiana participó en la consejería post-trauma ofrecida por Puertas Abiertas y fue curada gradualmente por el Señor. “Dios me probó y fallé. Pero cuando regresé, me aceptó con los brazos abiertos”, celebra. Por ello, le dio al segundo bebé el nombre de Ijagla, que significa "Dios es el que nos prueba".
Además, el padre de Ruth también leyó el contenido que su hija había recibido en el seminario y fue tocado por Jesús. Como resultado el padre de Ruth ahora ama a sus nietos. “Hoy, mi padre toma a Samaila en su regazo y sale con él. Esto es algo que nunca imaginé que fuera posible”, concluye.
* Nombre alterado por seguridad.
Peticiones de oración
Sanidad para cristianos en Nigeria
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