Solo Dios decide si voy a vivir o morir

Cristiana huye de forma milagrosa de Corea del Norte

Puertas Abiertas • 21 may. 2022


Cada travesía representaba un riesgo peligroso y un paso hacia la libertad

Cada travesía representaba un riesgo peligroso y un paso hacia la libertad

En la Biblia, cruzar mares y ríos suele significar un cambio o una transformación importante, ya sea que se trate de los israelitas que cruzan el Jordán, la separación del Mar Rojo, Jacob que cruza el Éufrates hacia Galaad o incluso los discípulos que cruzan Galilea.

En muchos sentidos, la vida de la cristiana norcoreana Eun Hye consiste también en una serie de cruces de ríos, literalmente. En un esfuerzo por escapar del sufrimiento de su tierra natal, Eun Hye se encontró cruzando ríos a lo largo de su vida. Intentar escapar nunca fue fácil. Algunas veces, mientras atravesaba el río, se ataba con una cuerda a otro amigo o familiar que estaba escapando junto con ella, para garantizar la seguridad de ambos. Estuvo a punto de ahogarse en múltiples veces e incluso esquivó las balas en el agua de los guardias norcoreanos que querían capturarla.

Cada travesía representaba un riesgo peligroso y un paso hacia la libertad. La busca de esta libertad la llevó a pasar por diversos desafíos y momentos difíciles, hasta que Dios puso a Eun Hye a salvo en Corea del Sur.

Un testimonio de la liberación de Dios

Hoy, estamos sentados con Eun Hye en el noveno piso de un apartamento en Seúl. Ella nunca ha contado su historia completa, hasta hoy. 

Eun Hye (en la foto) está compartiendo su historia por primera vez.

Eun Hye cerró la puerta del baño. Ahora estaba en el lugar más seguro y sucio del campamento kotjebi para niños de la calle de Corea del Norte.

Sus padres y hermanas estaban en China. Su hermano estaba con un tío en Corea del Norte. Meses antes, ella también se quedó con su tío, hasta que no hubo suficiente comida para todos. Fue entonces cuando Eun Hye, que entonces tenía 16 años, decidió marcharse y se echó a la calle para que su hermano pequeño sobreviviera.

Sólo unas semanas después, la policía la atrapó y la llevó a un campamento para niños de la calle. Era un lugar abarrotado con más de 2.000 niños. Ni siquiera había espacio suficiente para sentarse. Tenía que estar de pie día y noche, lo que hacía que se le hincharan las piernas. Para comer, recibía tres veces al día cinco papas pequenas cubiertas de tierra.

Sin posibilidad de lavarse, los cuerpos de los niños estaban sucios y llenos de gusanos. Todos los días morían niños a causa de la desnutrición.

En medio de tanta soledad, Eun Hye recordaba las oraciones de su abuela: ¿Podría ese Dios invisible salvarla? pensó. Recordó cómo su abuela buscaba en secreto un lugar para arrodillarse y hablar con el que llamaba "Hanonim", que significa Señor.

Eun Hye susurró las palabras que había oído susurrar a su abuela en tantas ocasiones. "Hanonim, por favor, sálvame. Por favor, rescátame. Devuélveme a mi familia", dijo con la voz tranquila de una chica de 16 años.

En este lugar, nadie quería ir al baño si no tenía otra opción. Pero Eun Hye llegó a apreciar esos preciosos momentos a solas con el Dios de su abuela. "Señor, sálvame de este dolor, de esta tristeza y de la muerte", repetía en la tranquilidad del baño.

Dos meses después de su llegada al campo, los guardias pidieron voluntarios para recoger castañas subiendo a los árboles de las montañas. Era un viaje largo y difícil. Eun Hye y los demás niños estaban muy débiles y ella no tenía intención de participar en lo que podía convertirse en un paseo de la muerte. Pero entonces escuchó una voz en su cabeza que no reconocía y que le decía que se ofreciera como voluntaria. Así que se unió al grupo.

Cruzando el embalse

En el viaje, tuvieron que cruzar un gran embalse con pequeñas embarcaciones. Luego la colocaron en una unidad de cuatro niños. Dos se subieron a los árboles para recoger las castañas, mientras que otros dos se quedaron abajo para recogerlas.

Eun Hye vio esto como una oportunidad para intentar escapar con otra niña de su grupo. "¿Sabes nadar?" preguntó Eun Hye. La chica negó con la cabeza. Una vez más, Eun Hye pidió ayuda.

Más tarde, cuando no había nadie cerca, Eun Hye y su amiga escaparon y encontraron una cuerda en una casa cercana. Cuando llegaron al embalse, las chicas se ataron la cuerda a la cintura. La niña intentaba flotar, mientras Eun Hye usaba toda la fuerza que tenía para nadar hasta el otro lado, arrastrando a su amiga por el agua.

Llegaron a la orilla sanas y salvas y caminaron hasta la ciudad. Temiendo que las volvieran a atrapar, decidieron subir a un tren. Como no tenían billetes de tren ni permisos de viaje, cavaron un agujero bajo la pared con sus propias manos y accedieron a la vía del tren. Una vez que terminaron, se fueron por caminos distintos.

Eun Hye volvió a su pueblo natal para ver si se sabía algo de sus padres o hermanos. Encontró a vecinos y desconocidos que la ayudaron a darle un poco de comida para sobrevivir. Volvió a orar: "Dios, no tengo ningún lugar al que ir. Mi futuro parece tan sombrío. Por favor, guíame".

Finalmente, la familia de un granjero cercano la acogió. Al menos estuvo a salvo durante un tiempo. Ahora sus oraciones pasaron de la supervivencia a la búsqueda de su familia: "Gracias, Señor, por lo que has hecho por mí. ¿Puedo seguir viviendo aquí? Y por favor, ayúdame a encontrar a mi familia".

Un día, un amigo de la familia se puso en contacto con Eun Hye. "Tu padre está con nosotros", le dijeron. "Y tu hermano también".

Ella corrió a ver a su padre y a su hermano. Estaba eufórica por la respuesta a su oración. Finalmente, preguntó: "¿Cómo está mamá?"

"Tu madre está bien. Y tus hermanas también", dijo su padre. "Están casadas en China. La vida es mucho mejor allí."

Al oír sus palabras, Eun Hye decidió escapar de Corea del Norte y volver a China con su padre y su hermano.

Fueron al río por la noche. Su padre ató a su hermano pequeño con una cuerda y se aseguró de que ambos llegaran al otro lado sanos y salvos. Eun Hye nadó sola. Detrás de ella, Corea del Norte estaba en la más absoluta oscuridad. La ciudad china frente a ella estallaba de luces.

Cuando finalmente se reunieron con su madre y sus otros hermanos, lo celebraron. Eun Hye le contó a su madre sus oraciones en Corea del Norte. Enseguida se dio cuenta de que su padre había dicho la verdad sobre el nivel de vida. No había niños de la calle, ni apagones, todos los hogares comían arroz y todos eran amables.

Ese domingo, Eun Hye fue a la iglesia con su madre. Por primera vez en su vida, vio la cruz en la pared. Y pudo ver a otras personas orando. Oraban con los mismos gestos y las mismas palabras que su abuela, tantos años atrás.

No entendió el sermón en chino, pero se sintió como en casa. Se dio cuenta de que las oraciones de su abuela, de su madre, de su padre y las oraciones de la iglesia le permitieron llegar a salvo a China.

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