Puertas Abiertas • 22 may. 2018
Por: Pau Amat
Los musulmanes esperan ansiosamente la llegada del mes del ayuno, pero muchos cristianos en el mundo musulmán lo sienten más. Es como un aire en el entorno que a cada día que pasa se vuelve más pesado hasta que llega el día en el que, por si fuera poca la presión que viven durante el resto del año, deben enfrentarse a quienes no aceptan que en su cultura musulmana haya gente que no ayune en Ramadán ni crea en su Dios implacable.
Uno de los responsables del trabajo de Puertas Abiertas en Egipto, cuyo nombre no podemos revelar por razones de seguridad, nos narra lo que se vive en estos días previos al Ramadán y cómo la festividad islámica por antonomasia afecta a los cristianos de su cultura.
“Cuando camino por las calles de El Cairo, puedo advertir que el Ramadán llegó. El ambiente, por lo general, se ve y se siente muy festivo. Las famosas y coloridas lámparas de Ramadán cuelgan de los balcones y las luces de la calle y los papeles de colores comienzan a aparecer cruzando calles y callejones estrechos. La mayoría de las tiendas han puesto decoraciones especiales y bonitas exhibiciones de lámparas, dulces, frutos secos y nueces para preparar el mes sagrado del ayuno.
Los anuncios de televisión, que han sido producidos especialmente para este mes, se exhiben ahora por todas partes. La mayoría de los egipcios esperan el momento de sentarse y relajarse después de comer su merienda al atardecer, y poner en la tele las series o programas de tertulias producidos especialmente para esta temporada religiosa tan especial.
Pero, así como el mes sagrado islámico es de mucho entusiasmo para los musulmanes, trae también una gran cantidad de cargas y preocupaciones a la comunidad cristiana en Egipto. Son 30 días muy largos en los que en las escuelas, el trabajo o los espacios públicos, los cristianos recibirán miradas hostiles y acoso verbal por parte de los fanáticos musulmanes debido a su fe. Serán ridiculizados por no ayunar como los musulmanes y, en algunos casos, incluso sufrirán violencia física por parte de sus compañeros de trabajo o por vecinos musulmanes que están ayunando al ser sorprendidos comiendo su almuerzo. Por eso no es nada raro que los cristianos se escondan en algún lugar para disfrutar de sus almuerzos lejos de los ojos de los musulmanes. Recuerdo que, cuando era niño, tenía que comer y beber en el baño de la escuela para evitar problemas con los compañeros y maestros musulmanes.
Es como un protocolo durante el Ramadán que los musulmanes fanáticos, dondequiera que estén, se vuelvan hacia los cristianos que les rodean y los bombardeen con preguntas intimidatorias sobre su fe. Así llenan sus largas horas de ayuno con algo que hacer y, si tienen suerte, siembran dudas en los corazones de los cristianos.
Nosotros, los cristianos de Egipto, sentimos muchas emociones diferentes con respecto al Ramadán. Nuestros corazones claman en voz alta al Señor para que se muestre claramente a los millones de musulmanes que desean encontrarlo de forma genuina. También oramos para que el Señor nos use a cada uno de nosotros para ser una luz y mostrarles a nuestros amigos musulmanes el verdadero camino hacia el Dios de amor. Por favor, oren con nosotros para que muchos musulmanes de todo el mundo tengan un encuentro con el Dios verdadero”.
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