Puertas Abiertas • 9 may. 2018
Artículo: Mariane Espinoza
Esta es un interrogante, que al igual que muchas, ya se encuentra respondida en la Palabra de nuestro Dios, una de las citas más clara y directa la encontramos en Hebreos 13:3: “Acordaos de los presos, como si estuvierais presos con ellos, y de los maltratados, puesto que también vosotros estáis en el cuerpo.”
Aquí el escritor en el último capítulo describe una serie de deberes para los cristianos y uno de ellos es acordarse de aquellos que están encarcelados y de los que son maltratados. Pero ¿Por qué el autor de Hebreos indicó este deber?
La epístola iba dirigida a aquellos judíos que se habían convertido al cristianismo, los cuales estaban siendo tentados a renunciar su fe en Cristo para volver a sus tradiciones judías, debido a la persecución y desaliento que enfrentaban. Es por esto, que el propósito de la carta era fortalecer a los hermanos hebreos, recordando la obra redentora de Dios a través de su Hijo, instándoles a mantener su fe en Cristo y a madurar espiritualmente.
Gran parte de la carta trata sobre el sacrificio de Cristo; quien efectuó la purificación de los pecados, quién libró a los que por el temor de la muerte estaban sujetos a esclavitud (Heb. 2:15) quién fue tentado en todo como nosotros, pero sin pecado alguno (Heb.4:15) quién vino a ser fuente de eterna salvación para todos los que le obedecen (Heb. 5:9) quién tiene un sacerdocio inmutable que salva perpetuamente a los que por medio de él se acercan a Dios (Heb. 7:24-25) quién es mediador de un nuevo pacto (Heb. 8:6) quién se ofreció una sola vez para llevar los pecados de muchos (Heb. 9:28) ¡Todo esto ha realizado Cristo! ¡Que gloriosa obra!
Sin duda alguna, al leer esta carta la vida de los hermanos fue fortalecida, alentada y motivada a seguir adelante, pues no habían recibido una intercesión humana o un beneficio momentáneo, sino que el perdón de los pecados, la libertad espiritual y la salvación eterna a través de la vida de Jesucristo, quién se entregó una vez y para siempre.
Ya en el capítulo diez los hermanos son instados a perseverar ya que, al tener la libertad en Cristo, pueden acercarse con un corazón sincero y purificado, con una fe segura y con sus cuerpos lavados (Heb. 10:22) al camino nuevo y vivo que Jesucristo abrió por medio de su muerte, exhorta a tenerse en cuenta los unos con los otros para incentivarse al amor y a las buenas obras. Asimismo, les recuerda sus padecimientos, donde recibieron insultos y aflicción, siendo compañeros de aquellos que enfrentaban situaciones similares, compasivos con los prisioneros y despojando con gozo sus bienes. (Heb. 10:33-34) esto nos muestra que los hebreos habían practicado el amor fraternal, la comunión y la unidad del cuerpo de Cristo.
Y luego de dar una increíble lista de ejemplos de hombres y mujeres que actuaron y vivieron por fe, les invita a correr con paciencia esta carrera, fijando sus ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual con gozo sufrió la cruz, menospreciando la vergüenza se ha sentado a la diestra del trono de Dios (Heb. 12:1-2) Jesús enfrentó aquello para que ellos no se cansen, ni se desmaye sus corazones.
Finalmente termina esta epístola con una lista, pero no de ejemplos de fe, sino de deberes a realizar; les aconseja a mantener el amor fraternal, a no olvidar la hospitalidad, a que sus matrimonios sean honrosos, a que sus caracteres sean sin avaricia.
De la misma manera les insta a acordarse de los presos como si ellos estuvieran presos y de los maltratados como si ellos estuvieran en el cuerpo, es decir, no tan solo les pide durante la carta que actúen con amor por sus hermanos o que realicen obras, o que sean compañeros de aquellos que padecen, sino que les dice que se pongan en el lugar de ellos, que sean empáticos al nivel máximo, recordando a sus hermanos que están presos como si ellos mismos estuvieran presos, trayendo a la memoria a sus hermanos que están siendo maltratados como si ellos mismos estuvieran siendo golpeados, aquí vemos como la percepción de una situación puede cambiar en 360° es indiscutible que al momento de orar por una petición personal de extrema urgencia lo hacemos con fervor, con humillación, nuestro corazón se contrita, nuestra alma se derrama delante de la presencia de Dios, pero esto no es tan así cuando oramos por una petición que ha solicitado un hermano o hermana, no quiero decir que no vamos a efectuar una oración intercesora, con fe, con humillación por aquella petición, pues la Palabra de Dios nos ordena a orar los unos por los otros y cuando pertenecemos a una iglesia es inevitable crear lazos de amistad, de confraternidad y de unidad. Pero no siempre las oraciones que llevamos a cabo en dirección por un hermano o hermana son con tanto fervor e intercesión como si fuera nuestra petición. Es por aquello, que el escritor de Hebreos les solicita que recuerden a sus hermanos que se encuentran presos y que están siendo maltratados, como si ellos mismo estuviesen en aquella situación, de esa manera intercederán constantemente con humillación y fervor.
Asimismo, al escribir este deber al final de la carta, tiene un propósito ya que, luego de explicar en la mayoría de los capítulos la obra de Cristo, lo que el padeció, el oprobio que recibió por entregar su vida en la cruz, lo que significó su sacrificio por la humanidad… permitiendo al ser humano ser libertado de la esclavitud del pecado, reconciliado con el Padre y recibiendo salvación y vida eterna. Con este gran beneficio, ahora solo queda correr una carrera que honre y glorifique a Dios y que mejor muestra que, amando, velando y cuidando a nuestros hermanos y hermanas, siguiendo el ejemplo palpable que Cristo realizó por nuestras vidas.
Si bien es cierto, es en estos tiempos aún existen iglesias que disfrutan de la libertad de culto, cuyas congregaciones no han enfrentado persecución a causa de su fe, no obstante, según Puertas Abiertas, alrededor del mundo hay más de 215 millones de cristianos que enfrentan algún tipo de oposición como resultado de su identificación con Jesucristo, es decir por cada once cristianos uno es perseguido. Es por esta lamentable situación, que la iglesia que goza de la libre expresión de su convicción en Cristo tiene la responsabilidad de recordar a aquellos hermanos que se encuentran presos y de los que están siendo golpeados a causa del evangelio, aunque no le conozcamos, ni sepamos su nombre y nunca vayamos a ver sus rostros. La obra de Jesús nos concede el privilegio de ser hijos de Dios y de pertenecer al cuerpo de Cristo, por tanto, oremos con fervor, con intercesión y con humillación en dirección de la Iglesia Perseguida, como si nosotros estuviéramos siendo perseguidos. Y si sentimos que no tenemos compromiso con esta situación, pidámosle al Señor que nos empape de amor, empatía y compañerismo por nuestros hermanos y hermanas que están siendo tribulados por ser cristianos, pues este deber no fue escrito sólo para los hebreos, sino que también fue escrito para nuestras vidas, para estos tiempos, pues el Señor lo ha ordenado en su Palabra.
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