#Mujeresquebuscan - Pakistán

Él buscó conversar. Le pidió agua, pero el jarrón estaba vacío. Entonces el hombre le ofreció un tipo de agua diferente, que solo él poseía. Ella quiso aceptar, pero después se acordó de su propia historia, el por qué ella estaba en el pozo en aquella hora del día y retrocedió. Quiso saber más sobre él. Había oído hablar al respecto de alguien parecido, pero no lo conocía. El hombre le reveló su identidad, y esa verdad hizo con que la mujer descubriese que era ella misma. La oferta de él significaba la restauración que ella no imaginaba ser posible (texto basado en Juan 4).

Fazeela* también buscó conversar. Aquella era una de sus primeras alumnas, una adolescente de 12 años, cuyos ojos habían, hace mucho tiempo, perdido la inocencia. Hija de una estilista y de un fabricante de bebidas alcohólicas, aquella niña había sido concebida para generar ingresos para su familia a través de la prostitución. Su nombre no podría ser más sugestivo: Dalila.

Fazeela se mudó con su pequeña familia para la ciudad Shahtootnagr con el objetivo de alfabetizar a los cristianos de la ciudad, extremadamente necesitados. Cuando conoció a Dalila, la profesora percibió que el analfabetismo era apenas una de las limitaciones de aquella comunidad. A un alto precio, ella entendió que, debido a la persecución y la discriminación, los cristianos eran forzados a ejecutar trabajos pesados, como el de barrer las calles. Sus hijos no podían frecuentar la escuela y sus hijas eran repetidamente molestadas y abusadas por los hombres que las empleaban. Así decidieron: En vez de dejar que nuestras mujeres sean abusadas y violadas, vamos a hacer de eso un negocio"". Dos generaciones después, mujeres como Dalila y su madre creen ser parte de esa clase de prostitutas y barredora de las calles.

""Yo creía que mi papel en esta vida era de garantizar un ingreso fácil para mis padres. Para mí, era una honra regresar a casa la mañana siguiente llevando el dinero para mi familia"", explicó Dalila a la profesora. Ella aún admitió: Yo no veía nada de diferente en relación a las chicas que eran protegidas por sus padres, que frecuentaban la escuela y la iglesia, y se casaban. Ellas habían nacido con aquella honra, nosotros, para esta otra"".

Adoradora
Fazeela comprendió que Dios la llevó a Shahtootnagr para restaurar la honra y dignidad de sus hijos. Así, además de enseñar a las mujeres a leer, escribir y hacer las cuentas, ella pasó largas horas aconsejándolas e intercediendo por su liberación. Las mudanzas vinieron de poco en poco. Para las mujeres como la madre de Dalila ha sido muy difícil liberarse de un estilo de vida establecido hace décadas. Pero, su hija dejó claro que no va a seguir los pasos de la familia. Temprano por la mañana, ella va a la iglesia y lee su Biblia, un presente que recibió al pasar en la escuela de alfabetización. Como la mujer samaritana, Dalila encontró respeto al conocer a Jesús sobre quien apenas había oído hablar. ""Quiero vivir una vida de adoradora"", dijo la adolescente, ahora con un brillo diferente en los ojos.

No deje de leer la última historia de esta serie de relatos y conozca a Zohra* y su testimonio, de Bangladesh.

*El nombre y la foto fueron alterados por motivos de seguridad

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