Minas terrestres cambian el cotidiano de centenas de aldeas colombiana

""Las minas cambiaron profundamente la vida de la comunidad. Anteriormente podíamos caminar de noche, hoy ya no es posible. Ya no tenemos ningún tipo de celebración por miedo. Hay un temor generalizado de que en cualquier momento ocurra algo. Las personas ya no tienen tranquilad"", dijo a la agencia Efe ""Javier"", residente de San Andrés de Pisimbalá en la región de Cauca.

""Javier"" no quiso dar su nombre verdadero. En su ciudad hay cierta resistencia en admitir que al final de 2014 fueron encontrados artefactos explosivos a pocos metros de un parque infantil.

""Algunas personas nos dijeron que aquí reina el silencio, que ellos [grupos armados] alertaron para la situación [de las minas], pero nadie presta atención, nadie quiere asumir la responsabilidad"", explicó Luis Enrique Fajardo, voluntario de la Cruz Roja de Colombia.

El área poblada de San Andrés está en un área montañosa. Hay calles de tierra, casas bajas y muchos caminos secundarios que los residentes ya no transitan, en parte porque saben que son peligrosos – algo aprendido en las aulas de capacitación dadas por la Cruz Roja colombiana.

Las aulas hacen parte de un proyecto iniciado en 2011 es realizado en seis regiones de la Colombia con dos focos de actuación: la capacitación de civiles para evitar?riesgos y conocer sus derechos y la ayuda a las víctimas tanto en el plano físico como en el psicológico.

La situación de Colombia justificaba la misión; el país fue en 2013 el segundo en el mundo con más víctimas por minas terrestres: 368. Según los datos de la Cruz Roja Colombiana, en 45% de su territorio hubo accidentes del tipo, 98% de ellos en áreas rurales.

Los niños se convirtieron en los principales objetivos de esta capacitación ya que cuatro minas fueron encontradas atrás de un colegio, en octubre. ""Era domingo por la mañana, íbamos a hacer un almuerzo colectivo. Un profesor fue a preparar el lugar donde colocar las ollas y encontró que el terreno había sido escavado"", recordó ""Javier"".

""Felizmente había recibido la capacitación de la Cruz Roja y algo se prendió en mí como una lámpara. Al ver con cuidado, encontré cables e informé inmediatamente a las autoridades"", detalló.

Cuando ocurre una explosión, es ofrecida una ayuda para las víctimas, como la que fue recibida por Liliana Cerón, que aún mantiene en sus piernas pedazos de una bomba que explotó en diciembre, cerca de San Andrés.

""Siempre que mi pierna duele recuerdo ese momento. Es muy duro, cambia su vida. Uno siempre cree que no nos va a ocurrir a nosotros, pero nada está libre de nada"", comentó.

No se sabe cuántas minas terrestres hay en Colombia. Hace dos semanas, el gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que se encuentran en negociaciones de paz desde noviembre de 2012, en Cuba, decidieron eliminar estos artefactos sumando las fuerzas del Estado ya la información de la guerrilla. Pero Cerón es escéptico en relación al resultado final de las negociaciones.

""Lo que hacen en Habana me parece algo que no tiene ni pies ni cabeza, porque vamos quedar más armados y eso asunto de la paz es para llenar la cabeza de las personas. Es imposible, porque más allá de las Farc hay más grupos armados y, si uno acaba, otro va a armarse y levantarse y así sucesivamente"", continuó.

Muchos cristianos viven en medio de este fuego cruzado en Cauca y en otras religiones, corriendo serios riesgos. Colombia ocupa la posición 35º en la Clasificación de la Persecución Religiosa, lista actualizada anualmente por Open Doors, que revela a los 50 países más hostiles al cristianismo.