Puertas Abiertas • 7 abr. 2021
Esta vez he sido yo, pero ¿y si la próxima vez es mi hija?" Sara, cristiana atacada en Egipto
Cuando un niño nace en una familia cristiana en Egipto se da a entender que tendrá que luchar durante toda su vida por la intolerancia religiosa. Además de ser tratados como ciudadanos de segunda clase, los cristianos que viven en el país que ocupa el 16º lugar en la Lista Mundial de la Persecución 2021 viven con miedo a los ataques de los extremistas islámicos, especialmente en la región del Alto Egipto.
Sara* fue víctima de la hostilidad mientras caminaba por una calle bastante frecuentada y bien iluminada. Como cristiana, no está obligada a andar con el pelo cubierto en Egipto y esto es lo que la identificaba como seguidora de Jesús. Hasta ese momento, esta diferencia nunca había causado problemas.
Sin embargo, mientras oraba mentalmente y se dirigía a una tienda, sintió que algo afilado le traspasaba el cuerpo y oyó a un hombre gritar: "¡Muere, sucia cristiana! En el mismo instante, las piernas de Sara comenzaron a temblar, pero no sintió dolor. "Creo que estaba en shock. Sentí que salía mucha sangre de mi cuerpo y empecé a limpiarla con mi pañuelo, pero era demasiado", declara.
En ese momento, sólo podía recordar a su hija que estaba sola en casa. A Sara se le nubló la vista y se desmayó en la calle. Entonces se formó una multitud en torno a la cristiana, pero el agresor no se dejó intimidar para huir del lugar, ya que en situaciones similares no les pasa nada a los que atacan a los cristianos. "El agresor no ha rendido cuentas de sus actos. Esto me preocupa, porque esta vez he sido yo, pero ¿y si la próxima vez es mi hija?", se pregunta la cristiana.
El temor de Sara no es injustificado, pues cada año los radicales islámicos atacan a hombres y mujeres cristianos en Egipto, y la mayoría de los autores no son procesados por sus crímenes. Muchos extremistas consiguen hacerse pasar por enfermos mentales y son indultados por la justicia egipcia. Otros reciben protección especial de la policía y ni siquiera son investigados.
A pesar de tener miedo de pasar por la calle en la que fue agredida, Sara no le guarda rencor a su agresor y ora regularmente por él: "Espero que Dios toque su corazón", dice. Incluso ante los riesgos de ser una cristiana egipcia, se regocija en Jesús y concluye: "Si alguien está dispuesto a matarme por mi fe, debe ser porque mi Dios es poderoso."
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