Puertas Abiertas • 13 feb. 2025
El hambre y la imposición de las autoridades sobre las iglesias representan un desafío en Venezuela
La democracia en Venezuela se ha convertido en solo una sombra de lo que alguna vez fue. “Hoy no es más que una etiqueta vacía, un recuerdo del pasado”, lamenta el pastor Moisés*, abogado y pastor que ha servido en su iglesia por más de cinco años. Según la revista SIC, el sistema democrático de Venezuela se ha transformado en un régimen autoritario centralizado.
La separación de poderes ha sido debilitada, eliminando los controles y equilibrios esenciales para garantizar justicia y transparencia. Las elecciones, que deberían representar la voluntad del pueblo, han estado marcadas por constantes irregularidades. Un artículo del New York Times, de julio de 2024, detalló intimidaciones a los votantes, cambios abruptos en los centros de votación y acceso restringido a los registros físicos de votación durante la última elección presidencial, en la que Nicolás Maduro fue declarado ganador.
Desde 2004, estas irregularidades se suman al cierre de más de 200 medios de comunicación en Venezuela. La supresión sistemática ha silenciado voces disidentes y ha privado a millones de venezolanos de información confiable. Para los críticos del gobierno, incluidos líderes cristianos, hablar abiertamente conlleva riesgos significativos.
Censura y presión
“No está permitido hablar en términos contrarios al sistema gobernante, lo que crea un ambiente de autocensura y miedo en todos los sectores, incluida la iglesia”, añade el pastor Moisés. Aunque las restricciones explícitas a la práctica religiosa son raras, el gobierno usa métodos indirectos para controlar a la iglesia. Los pastores enfrentan amenazas de prisión, cierre de iglesias e infiltración por parte de agentes del gobierno para influir en los fieles.
En Venezuela, las iglesias suelen ser categorizadas por el gobierno como “aprobadas” o incluidas en la “lista negra”. Las iglesias aprobadas reciben beneficios y recursos estatales, mientras que aquellas que resisten enfrentan obstáculos burocráticos y operativos, como dificultades para renovar su estatus legal u organizar eventos.
Otra estrategia utilizada por el régimen es presionar a los líderes religiosos para que participen en eventos públicos o comunitarios, en un intento de retratarlos como simpatizantes del gobierno y ganar credibilidad dentro de la comunidad cristiana. A pesar de ello, la fe sigue siendo un refugio, y las iglesias en Venezuela permanecen firmes en su compromiso de ser “sal y luz” para la nación.
Queda mucho por hacer. Venezuela sigue enfrentando desafíos significativos, y las iglesias y la libertad religiosa tienen un largo camino por delante. “Las necesidades son abrumadoras. Se necesita apoyo para las familias pastorales y las iglesias pequeñas. La crisis económica ha afectado nuestra salud física y mental. Debemos seguir siendo fieles en medio de esta tormenta política”, dice el pastor Gabriel*.
*Nombres cambiados por seguridad.
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