Puertas Abiertas • 11 dic. 2024
A pesar de la presión, la iglesia sigue alabando a Dios en Nicaragua (foto representativa)
La familia del pastor Pablo* siempre fue muy humilde, por lo que él y sus hermanos siempre quisieron estudiar y contribuir con los ingresos familiares en Nicaragua. Un día, los militares llegaron a su escuela, y él fue uno de los jóvenes seleccionados para servir al Estado. Durante más de diez años, fue miembro activo del Servicio Militar Patriótico (SMP), un grupo creado para combatir las guerrillas durante la Revolución Nicaragüense, entre 1979 y 1990.
A través de su trabajo, Pablo fue testigo de la guerra en primera línea. Su vida estuvo frecuentemente en peligro por bombas y balas en las colinas de Mulukukú, donde la guerra se concentró mientras estaba en el ejército. Incluso en medio del conflicto, escuchó a muchas personas alabando a Dios y hablando de Jesús.
En las tiendas de campaña, durante los períodos de descanso, escuchaba sobre un Dios que cuidaba de su pueblo. Intrigado, pidió explicaciones a un compañero de batallón, Saúl, quien le enseñó el evangelio y lo ayudó a orar para recibir a Jesús en su corazón. Sin embargo, presenciar tanta muerte, caos y violencia afectó la salud mental de Pablo, causándole serios problemas psiquiátricos.
Por esa razón, el cristiano decidió abandonar el ejército, pero esa decisión tuvo consecuencias que aún afectan a Pablo y a su familia. Entre ellas están la negativa a inscribir a sus hijos en la escuela, menos oportunidades laborales para su esposa y la negación del estatus legal de la iglesia que él fundó en el año 2000, a pesar de haber intentado presentar todos los documentos exigidos por el gobierno en varias ocasiones. Como resultado, hoy su iglesia no tiene estatus legal y no puede operar oficialmente ante la ley.
La iglesia persiste
Debido a los obstáculos impuestos por el gobierno, el pastor y los miembros de la iglesia decidieron reunirse en casas. “Hablamos con la iglesia, que cuenta con aproximadamente 31 miembros, y decidimos empezar a reunirnos en los hogares por el momento”, relata Pablo. Desde la implementación de la Ley 1.115 en 2022, esta es una situación que enfrentan muchas iglesias en el país.
El gobierno de Ortega ejerce una presión constante contra los líderes de iglesias que no están alineadas con su administración, lo que resulta en el cierre y la expropiación de dichas iglesias. A pesar de esto, la iglesia continúa reuniéndose y llevando el mensaje de esperanza. “He intentado con todas mis fuerzas seguir con el ministerio y continuaré mientras Dios me lo permita, porque el gobierno ha luchado para detenerme. Pero no voy a rendirme”, añade Pablo.
En 2023, el pastor fue invitado a participar en un entrenamiento sobre técnicas de enseñanza cristiana, organizado por Puertas Abiertas. Más de 446 pastores y líderes participaron en el evento, donde aprendieron nuevas formas de enseñar a sus congregaciones, fortaleciendo aún más a los miembros de sus iglesias.
“Sé que mi Dios nos está protegiendo y ha provisto ayuda para los cristianos perseguidos. Gracias a Puertas Abiertas, aprendí mucho para mejorar y continuar con el trabajo en mi iglesia. El entrenamiento fue una bendición porque aprendimos cómo actuar en estos tiempos de crisis”, concluye Pablo.
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