Puertas Abiertas • 30 jul. 2019
Los cristianos de la tribu Bur toman un curso sobre trabajadores de la salud, una forma de llevar el evangelio a su comunidad remota
El líder comunista Mao Zedong definió el comunismo de la siguiente manera: "El comunismo no es amor, sino un martillo que aplasta al enemigo". El año en que Laos cumple 70 años de independencia, queremos contarte una historia sobre un pueblo en Laos, llamado Bur, que revela cómo el amor de Cristo ha superado el "martillo que aplasta al enemigo" en una aldea comunista en las montañas de Laos.
Anya* comenzó a buscar una forma de mostrar a las autoridades y a su comunidad que no se había convertido en un traidor para su gente, y sí que su nueva fe en Cristo lo había llevado a amar aún más a su pueblo. Colaboradores locales de Puertas Abiertas le ayudaron a descubrir cómo podía mostrar este amor de manera práctica y la solución fue: capacitarlo para que fuera un trabajador de la salud.
Anya es parte de la tribu Bru, "un pueblo que vive en el bosque", y se encuentra a menudo en aldeas remotas en las montañas de Laos. En este contexto, el cuidado de la salud puede ser un gran desafío, por lo general, significa horas de viaje en caminos sin carreteras hasta llegar al hospital o clínica más cercana.
Como trabajadores de salud, los cristianos marcan una diferencia en la comunidad.
Como esta tribu tiene acceso limitado a la educación, generalmente, no conocen los primeros auxilios básicos y, por lo tanto, muchos recurren a los chamanes o brujos para encontrar respuestas a sus problemas de salud. Sin embargo, la solución que es ofrecida ni siempre funciona. Por este motivo, Puertas Abiertas decidió capacitar a los cristianos de la tribu Bru en atención médica básica. El curso dura dos años, con ocho módulos que van desde tratar problemas de artritis hasta auxiliar a una mujer en trabajo de parto.
El hermano Moun*, también de la tribu Bru, dijo: “Había una mujer que sangraba mucho y un niño cuyos brazos siempre estaban adormecidos. Entonces, apliqué lo que aprendí y gracias a Dios, ellos fueron sanados. Comenzaron a ir a la iglesia e incluso invitaron a otros a venir también”.
Hoy en día, la iglesia de Anya tiene 580 miembros. El martillo no pudo aplastar su fe, y la hoz no pudo cortarla. Con la fe firme en Jesucristo y un botiquín de primeros auxilios, Anya y otros cristianos están ayudando a difundir el evangelio y transbordando el amor de Cristo de forma práctica en el pueblo Bru.
* Los nombres fueron cambiados por seguridad.
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