Puertas Abiertas • 26 oct. 2017
Un equipo internacional de Puertas Abiertas fue a hacer una visita de campo a cierto país cerrado al evangelio en el sur de Asia. Allí, colaboradores tendrían el gran privilegio de participar del bautismo de algunos nuevos convertidos de la iglesia secreta. Un día antes del evento, un líder oraba: ""Señor, permite que el clima sea bueno para que podamos visitar a nuestros hermanos y hermanas que serán bautizados. Llevémonos con seguridad"", y todos los demás dijeron ""amén"".
La reunión, que se celebraría en una pequeña iglesia, contaría con más de treinta cristianos ex musulmanes y sería un marco muy importante para la vida espiritual de cada hermano. El equipo fue advertido de no llamar la atención, porque ""el simple hecho de llevar a estos hermanos a la iglesia era ilegal y el pastor corría el riesgo de ser arrestado por ello"", advirtió uno de los líderes de la iglesia local.
Cuando llegó el día del bautismo, el buen clima por el que habían orado no llegó. En vez de ello, hubo una incesante lluvia fuerte desde la mañana, formando muchos charcos de barro en el suelo. ""Salimos de la camioneta, paramos por la lluvia y llegamos al lugar del bautismo en dos pequeños grupos para no llamar la atención"", dijo uno de los participantes. Él comparte: ""Cuando nos sentamos, nuestro coordinador local dijo: Es bueno que esté lloviendo. Con la lluvia, no habrá muchos ojos curiosos de vecinos musulmanes en el exterior. ""Oramos por tiempo bueno, pero Dios nos dio lluvia por un propósito mayor: seguridad"", concluye.
Los refugiados se insertan en el cuerpo de Cristo
En los 45 minutos siguientes, hombres, mujeres y niños llenaron la iglesia. Eran personas que fueron rechazadas por su propio país por pertenecer a una minoría étnica y religiosa. Por eso, algunos años atrás cruzaron el mar al país vecino en busca de una vida mejor.
En la nueva tierra, el gobierno no los aceptó totalmente y hasta hoy tienen que salir adelante y continuar la vida en un campo de refugiados, con una infraestructura básica y limitado, como poca electricidad y agua limpia. Cuando algunos de ellos se convirtieron a Cristo, nuevamente fueron rechazados por su comunidad.
Pero Jesús no los rechaza, él los ama. Y aquel día, como descendían a las aguas del bautismo, los nuevos convertidos finalmente entendieron que pertenecían a una familia espiritual que los ama y acoge, y está comprometida en estimular su fe y su bienestar. ""Ahora ustedes forman parte de una nueva familia, el cuerpo de Cristo"", afirmó el pastor antes de que ellos tomaran la santa cena por primera vez.
""Después del culto, volvimos al carro bajo la lluvia con la certeza de que Dios había escuchado nuestra oración el día anterior, incluso al no responder sobre el clima y mandando lluvia del cielo. Entendemos que tenía un propósito mayor, de proteger a sus preciosos hijos "", afirma uno de los participantes del equipo.
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