Cristiana en Bangladesh es humillada por grupo de mujeres

Jorina fue obligada a desvestirse y su familia también enfrenta amenazas de la comunidad

Puertas Abiertas • 4 mar. 2025


Después de su conversión, la pareja quería compartir su nueva fe con otros, pero no fue bien aceptada por la comunidad predominantemente musulmana

Después de su conversión, la pareja quería compartir su nueva fe con otros, pero no fue bien aceptada por la comunidad predominantemente musulmana

La realidad que vive Jorina, una cristiana en Bangladésh, puede resumirse en pocas palabras: “Para los líderes islámicos de la aldea, parece que sería mejor si todas las mujeres cristianas estuvieran muertas”. Esto suena impactante, pero en el norte de Bangladésh es un sentimiento común. Jorina entiende que su identidad como mujer y cristiana la hace doblemente vulnerable. Esto no es solo un sentimiento; los mensajes de los líderes islámicos radicales le dan libertad a la comunidad para tratarla mal, hasta el punto de amenazar su vida.

Jorina creció como musulmana y se casó con un musulmán. Sin embargo, su esposo aprendió sobre Jesús a través de algunos cristianos, lo que despertó su curiosidad. “Quería saber más, pero según la cultura de la aldea, una mujer no puede hablar con extraños. Un día, con valentía, le pregunté a mi esposo: ‘¿Quién es este hombre? ¿De qué hablan? Tengo mucha curiosidad por saber. Quiero unirme a ustedes’. Mi esposo respondió: ‘Sí, puedes’”, recuerda.

Finalmente, aprendió sobre Jesús y se sorprendió cuando el hombre usó versículos del Corán para explicarlo. Durante dos años, la pareja estudió sobre Jesús y otras literaturas islámicas. Cuando se convencieron de que la Biblia era verdadera y aceptaron a Jesús, fueron bautizados. Jorina y su esposo estaban emocionados por compartir su nueva fe, pero la comunidad, predominantemente musulmana, no tardó en reaccionar.

Sin opciones

Un grupo de aproximadamente 15 mujeres llevó a Jorina a una casa y la obligó a desvestirse, sometiéndola a un momento de humillación y vergüenza

Para estas mujeres, Jorina ahora era diferente. “Un día, alrededor de 15 mujeres de la aldea me llamaron. Pensé que querían escuchar la verdad que yo conocía. Entramos en una casa y ellas dijeron: ‘Sabemos que después de convertirse al cristianismo, les colocan un sello. Vamos a revisar tu cuerpo para encontrarlo’. Cuando dijeron eso, me sentí realmente avergonzada”, relata.

Esta creencia errónea proviene de una mala interpretación de Efesios 1:13: “Cuando oyeron y creyeron en la palabra de la verdad, el evangelio que los salvó, fueron sellados en Cristo con el Espíritu Santo de la promesa”. Algunos creen que los cristianos reciben una marca física después de seguir a Jesús. Jorina trató de explicar que estaban equivocadas, pero no sirvió de nada.

“No tenía opción. Había muchas mujeres y estaba muy avergonzada. Comenzaron a buscar el supuesto sello, revisaron cada parte de mi cuerpo. No podía compartir esto con nadie porque era un asunto muy íntimo, un incidente profundamente vergonzoso para mí. Lloré mucho en esa habitación. Después de un tiempo, me echaron y volví a casa. Cuando llegué, no se lo conté a nadie. ¿Cómo podría hacerlo?”, confiesa.

Presión en todos lados

Jorina y su esposo continúan compartiendo el evangelio con sus vecinos musulmanes y lideran una pequeña iglesia doméstica

Este fue uno de los días más dolorosos en la vida de Jorina, y recordarlo todavía la hace llorar. Al principio, se sintió desamparada. Luego, se lo contó a sus amigas de la iglesia, y el apoyo de ellas le brindó la sanidad que necesitaba. A pesar de su fe fuerte, Jorina vive bajo la constante amenaza de ataques, no solo contra ella, sino también contra su familia.

“Después de nuestra conversión, la familia de mi esposo también comenzó a presionarnos, diciéndole que no recibiría ninguna herencia. Cuando mi suegra falleció, no nos permitieron asistir al funeral. Mi esposo recibió amenazas de muerte, incluso de su propio sobrino. Nos dijeron: ‘En todas nuestras generaciones, ustedes son los únicos que han arruinado la reputación de la familia en la sociedad al convertirse en cristianos’”, explica.

Los dos hijos de Jorina también han sufrido discriminación en la comunidad y en la escuela. “Mis amigos me dijeron que nos quemarán vivos”, le confesó uno de sus hijos. Lo único que Jorina pudo hacer fue orar y confiar la seguridad de sus hijos a Dios. Presentar una denuncia sería inútil, ya que las autoridades locales no harían nada para ayudar a una familia cristiana.

A pesar de todo lo que ha soportado y sigue enfrentando, Jorina ha decidido servir fielmente a Dios. Ella y su esposo continúan compartiendo el evangelio con sus vecinos musulmanes y, como resultado, más personas han conocido a Jesús. Cuidan de estos nuevos cristianos en una pequeña iglesia doméstica, lo que los pone en gran riesgo de ataques. Sin embargo, Jorina no tiene miedo, porque sabe que el Señor está con ellos. “Si tenemos que morir, que sea por el Señor. Si estamos vivos, que sea para la gloria del Señor. Dios puede obrar a través de nosotros”, afirma con firmeza.

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